Es común que en mis columnas resalte y hable sobre el gran valor biológico, cultural e histórico de México, así como de los diversos problemas ambientales que vivimos, sin embargo, sería egoísta y hasta cierto punto tonto, ignorar la riqueza natural y problemática ambiental de otros países, además, de que cada efecto negativo producido tiene un impacto global, y es por esta razón que hoy hablo de una especie que merece todo el respeto y admiración de todo ser viviente que pisa hoy en día el planeta tierra, me refiero al tuátara, fósil viviente, especie endémica de Nueva Zelanda. En la actualidad existen dos especies de tuátaras, cuyos parientes más cercanos existieron hace más de 200 millones de años, época en la que convivían con los dinosaurios, y desde entonces no han sufrido cambios anatómicos importantes, razón por la que son considerados fósiles vivientes, y si lo analizamos y somos honestos, el tuátara tiene el título de propiedad de la Tierra.
En la lengua Maorí, tuátara significa “espalda espinosa”. Son animales carnívoros y de hábitos nocturnos, se alimentan de insectos, caracoles, huevos y polluelos de pequeñas aves. A diferencia de otros reptiles, a los tuátara les agradan las bajas temperaturas, ya que pueden sobrevivir hibernando en temperaturas menores a 5°C, pero, cuando las temperaturas son superiores a los 25°C pueden morir por golpes de calor.
El tuátara se encuentra entre los vertebrados más longevos de la Tierra, pueden llegar a vivir más de 100 años, esto gracias a su bajo ritmo metabólico –siendo lento el paso del tiempo-, provocando que algunas funciones biológicas sean muy largas, por ejemplo; alcanzan la madurez sexual a los 10 años, y solo una vez, cada 4 años, las hembras se pueden aparear. Otra característica de los tuátara, es que son los únicos reptiles sin órgano copulador.
Como en muchas especies de reptiles, el sexo de sus crías depende de la temperatura ambiental, se ha demostrado que si la temperatura es de 21°C, la probabilidad de obtener machos y hembras en la camada es la misma, es decir 50-50, pero si aumenta un solo grado, se estima que aproximadamente el 80% serán machos, y al contrario, si baja 1°C se invierte esta probabilidad, siendo en su mayoría hembras. Lo que hace a esta especie vulnerable al cambio climático, pues se corre el riesgo que al aumentar las temperaturas nazcan demasiados tuátaras machos, poniendo en serio riesgo la continuidad de la especie.
Otra de las características especiales de los tuátaras, es que en la frente tienen una glándula pineal, llamada “tercer ojo”, que se presenta como una pequeña protuberancia cubierta de escamas. Esta glándula no puede definir formas o imágenes, sólo es un fotoreceptor, que detecta luces y sombras, el cual contribuye a regular el metabolismo, dependiente de la duración de la luz solar.
La presencia del hombre en las islas neozelandesas y la introducción de especies exóticas invasoras, como las ratas y gatos, llevaron casi a la extinción a esta especie, actualmente protegida y muchas de sus poblaciones han sido recuperadas mediante proyectos de conservación.
Nueva Zelanda, “conquistada” a finales del siglo XVIII, había perdido gran parte de sus especies nativas y endémicas, pero, desde hace varios años se han desarrollado políticas y estrategias que garantizan la conservación de sus ecosistemas, bajo el principio de ser parte esencial de su riqueza y, en general, de su identidad nacional. Los ciudadanos, sabedores de su importancia y valor, colaboran en su protección y conservación.
De acuerdo con los índices mundiales en materia de medio ambiente, Nueva Zelanda se sitúa a la cabeza, por delante de Suecia, Finlandia y la República Checa, como país con muy buena puntuación en materia de protección y conservación del medio ambiente. En dichas clasificaciones se tienen en cuenta indicadores como; la salud medioambiental, la calidad del aire, los recursos acuíferos, la biodiversidad, los ecosistemas y la generación de energías sostenibles.
Recordemos que Nueva Zelanda, al igual que México, ocupan los primeros lugares en Biodiversidad, pero, son muy distantes en políticas ambientales y actuar de la sociedad. Recobremos nuestra riqueza natural, que sea parte de nuestra identidad, aún estamos a tiempo, la suma de nuestros actos harán la diferencia, desarrollemos estrategias concretas para cada una de las amenazas con el fin de minimizar su impacto y erradicarlo, así como a favorecer la sostenibilidad.
Antero Carmona
*El autor es Médico Veterinario por la UAEMex. Ambientalista, incansable difusor de la protección, conservación y desarrollo sustentable de los recursos naturales, y promotor del trato digno y bienestar animal.
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