José Eder Santos Vázquez
Día Internacional de la Mujer: Empoderamiento, Derechos e Igualdad
La conquista de los derechos de las mujeres es el resultado de luchas incansables y sacrificios durante años; cada 8 de marzo es un recordatorio para la sociedad en general, de la necesidad imperante del empoderamiento que permita la igualdad de los derechos entre hombre y mujeres.
En este contexto, no podemos permitir que ninguna niña, adolescente o mujer sea maltratada, humillada o discriminada laboral o salarialmente, mucho menos golpeada o violentada, peor aún, que sea víctima de feminicidio, por lo cual, resulta necesario que se fortalezca la impartición de justicia, mediante mecanismos que logren que se castigue de manera ejemplar a quien cometa algún acto que lacere los derechos de las mujeres.
El origen de las marchas del 8 de marzo, día en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, nos remonta al año 1857, durante la Revolución Industrial, las trabajadoras de una fábrica dedicada a los textiles, ubicada en Nueva York, decidieron salir a las calles en señal de protesta por las condiciones de trabajo, particularmente por los salarios, esos salarios podían ser menores a la mitad de los hombres, por el solo hecho de ser mujeres.
Esa manifestación culminó con la intervención de la policía de manera violenta, siendo este el origen de dicha lucha; en el año 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialista de Stuttgart, que buscaba como punto medular el sufragio de la mujer.
Hoy, más que nunca en México, necesitamos que las mujeres vayan acompañadas de quienes creemos en la necesidad imperante de empoderarlas y que visiblemente sean iguales en condiciones laborales, educativos, sociales, culturales, de seguridad y justicia, donde no exista duda de que en nuestro país deben erradicarse los feminicidios, porque no debe faltarnos ninguna.
Cuando la sociedad comprenda que el 8M no es una celebración, sino un recordatorio de que la lucha continúa, cuando se entienda que no es cuestión de flores, sino que se trata de un tema de equidad, entenderemos que es necesario concebir que la igualdad de género no es una quimera, es una deuda histórica; por lo tanto, debemos analizar de dónde proviene la violencia de género para poder erradicarla ya que se ha convertido en emergencia social.
Hace algunas décadas a las mujeres se les enseñaba a callar, ahora se les enseña a gritar para exigir sus derechos, porque cada persona de las que cohabitamos en esta sociedad somos hijas e hijos de una mujer, porque tenemos hermanas, sobrinas, cuñadas, tías, porque por el hecho de ser mujer, debe ser sinónimo de libertad y justicia, porque es cierto, las queremos vivas y sin miedo a exigir lo que les pertenece, porque es una deuda que debemos pagar a la brevedad, porque entre quienes son mujeres, la sororidad debe ser el estandarte de fortaleza.
Actualmente el 8M no es una fecha, ahora es un movimiento social, que penetra en las entrañas de la sociedad y permite adentrarse en el núcleo para derribar barreras, con la finalidad de generar oportunidades.
Es tiempo de cambio y de reflexión, porque no se trata de una lucha en contra de los hombres, es una disputa frontal contra el machismo, porque la equidad, sí, esa palabra de siete letras, no es negociable, porque este movimiento es, por las que ya no están, pero sobre todo por aquellas que sí, porque va más allá de conmemorar el 8M, es decir, de transformar nuestras realidades.
Cierro antes del punto y aparte, con palabras de Virginia Woolf, a quien cito textualmente; “no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”, esto, justo esto, es lo que las mujeres han puesto sobre la mesa, no es negociable la libertad de pensamiento, porque es un derecho y lo es también, el derecho a expresarse, defenderse y mirar de frente, porque este movimiento no se detendrá, pero sí crecerá y se cimentará en nuestra sociedad, hasta que quede claro que la equidad es el camino, es la reivindicación de los derechos de las mujeres, que se escuchan, que nunca dejan de sonar y resonar, en cada rincón, exigiendo sus derechos.