CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO

Por: Ricardo Homs

 

Cayó en mis manos el libro “Cartas del diablo a su sobrino” del gran escritor irlandés C.S. Lewis (1898 a 1963) escrito en 1942. Un diablo viejo le da a su sobrino, -muy joven-, sugerencias para controlar a los mortales, manipulando sus más profundas debilidades y sus ambiciones, así como sus expectativas.

Esto nos lleva a entender cómo, -desde el poder-, hoy se están manipulando las emociones colectivas para generar encono, capitalizando viejos agravios que generan resentimientos y se les da salida, -justificando ideológicamente con argumentos morales-, el despojo hacia las propiedades del prójimo, lo cual estimula la delincuencia y la rapiña.

Por ello México está viviendo el peor de los mundos, en un contexto de violencia. A través del resentimiento y odio que se convierten en la esencia de esta manipulación, se está sembrando el camino a escenarios autoritarios peores, sin entender el grave riesgo de que el crimen organizado, -cada vez en mayor escala-, tome el control político de un mayor número de territorios.

Por ello, México debe sanar de sus agravios, pues más daño hace seguir en esta vorágine de roles de víctimas y agresores que nos confrontan, que hacer un alto en el camino. La narrativa reivindicadora, -perversa-, del encantador de serpientes fomenta la antipatía en busca de dividirnos y así aumentar su control sobre “el pueblo bueno”.

Por ello la reconciliación debe ser el principal mensaje de la oposición para sanar a este país y construir así una nueva sociedad ciudadanizada, alejada de las ideologías políticas que nos confrontan y dividen.

México es un país sensible, humanista por naturaleza, generoso, pero lastimado y ello está llevándonos a la violencia. Que ha habido abusos que hoy cobran factura es cierto. Pero también debemos reconocer que se debe a que la justicia en México se ha aplicado desde siempre, -no con base en los principios morales que universalmente le dan vida-, sino al servicio de quienes tienen poder, influencia, o poder de compra. Por ello le escribo estas líneas a los mexicanos de buena fe, que son muchos más que los perversos.

Es en nuestra vida cotidiana donde está la solución a esta vorágine, que está siendo alimentada desde el poder para tomar el control total. Por tanto, la solución para lograr este México que queremos no es esperar a que llegue un gran líder o lideresa que ponga orden, sino la sociedad que buscando ponerse en paz con quien está cerca suma esfuerzos para construir un mejor país.

No queremos un regreso a los vicios, prebendas y abusos del pasado, que es la narrativa presidencial que hoy alimenta el discurso de la candidata Claudia Sheinbaum. No pretendemos rescatar ese pasado nefasto del que la cúpula de la 4T ha formado parte, sino construir un país nuevo, con visión de futuro y sin las cadenas que nos amarran al pasado.

Ese fue el proyecto que motivó a un amplio sector del electorado, -que no siendo morenista-, votó por el proyecto disruptivo y radicalmente transformador que prometió el candidato Andrés Manuel López Obrador y por ello le dio el triunfo. Sin embargo, ese sector no morenista hoy se siente decepcionado al ver que en esencia todo sigue igual, -en la realidad cotidiana-, y lo único que ha cambiado es la narrativa cotidiana, que con base a repetir hasta el cansancio que todo ha cambiado, permite al sector desinformado creer que eso está sucediendo,
generando así el fenómeno del “traje invisible del emperador”, descrito por Christian Andersen en su famoso cuento. Nadie ve los cambios, -pero supone que los demás a su rededor sí los tienen identificados-, y entonces se sugestiona y hasta cree que existen y son reales.

Si a esto añadimos el efecto seductor del fenómeno reivindicador lopezobradorista, -que manipula el amargo sabor de los agravios escondidos en el inconsciente colectivo-, entonces tenemos una bomba política. Ese es el fenómeno que le dio el triunfo a Javier Milei en Argentina.

Una narrativa disruptiva, -con un planteamiento novedoso que es la visión “libertaria”-, y un candidato irreverente e irrespetuoso con las formas social y políticamente “correctas”, proyecta una actitud que le da credibilidad a la expectativa de un proyecto radical para reinventar su país.

Considerando las radicales diferencias c