Por Azul Etcheverry
“Ya nos volvimos internacionalistas”, mencionó López Obrador la semana pasada de cara a su gira por Sudamérica que se llevó a cabo durante los días anteriores, en conjunto con la Canciller Alicia Bárcena, el Secretario de Defensa, general Luis Crescencio, el Secretario de Marina, almirante Rafael Ojeda y la Secretaria de Economía, Raquel Buenrostro participante en la reunión del G20 en Nueva Delhi.
La declaración no solo es desafortunada sino que a todas luces está alejada de la realidad, pues en 5 años de mandato, esta gira es apenas su sexto viaje internacional y el primero a Sudamérica, cuatro ocasiones ha visitado Estados Unidos y solo una Centroamérica y Cuba. Sin dejar de mencionar que un internacionalista es aquella persona interesada en los asuntos geopolíticos y económicos del mundo, lo que explicitamente no es del interés del presidente por su enfoque en la política interior como la mejor manera de hacer política exterior, según lo expresado por el mismo.
La agenda en Sudamérica marcaba visitas a Colombia y Chile. En este primer país el presidente se reunió con su homólogo colombiano, Gustavo Petro, para sostener encuentros privados donde el principal tema a discutir fue el tráfico de drogas y para el cual posteriormente se presentaron en la clausura de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe de Drogas, donde hablaron de la fallida estratégia de guerra contra el narcotráfico, sus sangrientas consecuencias y urgencia de crear un nuevo paradigma que aborde sus causas profundas.
En Chile, la visita se trató de algo más diplomático en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet contra Salvador Allende, en donde, rayando en declaraciones fuera de lugar por la naturaleza del evento, el mandatario mexicano denunció la existencia de una campaña de manipulación y calumnia en su contra por parte de los medios de comunicación.
Más alla de los resultados o juicios de valor, podemos decir que la presencia del presidente es positiva en la región, pues desde hace mucho se ha insistido en la necesidad de diversificar las relaciones internacionales de México para sopesar los contrapesos con Estados Unidos, sin embargo, para esta administración, estos esfuerzos al final del sexenio no encuentran eco ni consistencia, es imposible hilarlos para construir o renovar los lazos de cooperación y hermandad que fueron descuidados durante todo el sexenio.
En otras palabras, se trató solo de hechos aislados que no solamente no han sido consistentes sino que también fueron desaprovechados, no se trazó alguna hoja de ruta con el país colombiano, solo se emitió una declaración conjunta en materia de drogas que, dadas las visiones diferentes de cada país para atajar el problema, incluye solamente puntos muy generales por la ausencia de una postura común.
En Chile, incluso con una agenda sencilla del evento diplomático, también se desperdició la oportunidad al querer llevar el reflector al tema nacional de “manipulación”.
No solo es poco lo que se ha hecho en materia de política exterior, sino que eso poco, se ha hecho mal. México necesita volver a la escena internacional, el mundo y las regiones cercanas se están renovando y moviendo hacía otras tendencias de las que no nos podemos quedar fuera. Los presidenciables estan casi obligados a pensar como volver al foro mundial y recuperar la gran tradición diplomática mexicana.