En los últimos meses, la ciencia ha sido testigo de importantes descubrimientos de galaxias lejanas, pertenecientes a una época en la que el universo era mucho más joven y pequeño. Estos hallazgos han sido posibles gracias a herramientas como el telescopio James Webb y la red de telescopios ALMA en el desierto chileno.
Recientemente, un equipo de astrónomos ha anunciado el descubrimiento de una “galaxia invisible”, tan distante y tenue que había pasado desapercibida en búsquedas anteriores. Esta galaxia fue detectada gracias a ALMA y es la instantánea de una galaxia de un universo joven, hace unos 11.700 millones de años.
Los astrónomos han descrito la galaxia como compacta y con una gran cantidad de polvo interestelar. También es una galaxia joven y muy activa en la formación de nuevas estrellas, a una velocidad 1.000 veces superior a la de nuestra Vía Láctea.
Estos nuevos descubrimientos son posibles gracias a una herramienta llamada lupa relativista. Según la teoría de Albert Einstein, la gravedad es capaz de afectar a la trayectoria de los haces de luz que se pasan cerca de un objeto masivo. Galaxias y estrellas situados a medio camino entre nosotros y los objetos distantes que queremos observar funcionan como lentes que aumentan la capacidad de nuestros telescopios.
El interés de los astrofísicos por ver más allá en el espacio y en el tiempo no es casual. Cuantos más objetos de este tiempo conozcamos y comprendamos, mayor será nuestra capacidad de entender qué pasó en los primeros millones de años de nuestro cosmos. El último descubrimiento protagonizado por ALMA nos transporta a una época en la que el universo tenía aún una sexta parte de su tamaño presente, lo que puede ayudarnos a resolver algunos enigmas como el ritmo de expansión del espacio.
ALMA y el JWST aprovechan longitudes de onda más largas que las características del espectro visible, lo que les da dos ventajas a la hora de detectar objetos muy lejanos. La primera es el corrimiento a rojo que experimenta la luz al atravesar grandes distancias, y la segunda es que estas longitudes de onda pueden traspasar el polvo interestelar que oscurece las galaxias más lejanas.
Estudiar galaxias muy distantes es un gran reto, ya que son muy compactas y difíciles de observar. Pero estas galaxias son auténticas minas de información sobre el pasado y la evolución futura de nuestro universo. Como dijo Marika Giulietti, líder del trabajo de investigación, “las longitudes de onda (sub)milimétricas y de radio nos permiten observar objetos que de otra manera serían invisibles”.