El nearshoring aterriza en México de la mano de Tesla

francisco Javier García Bejos columnista

En todo lo que va del año la agenda económica en medios especializados, y otros que no lo son tanto, ha estado dominada por un tema: el nearshoring. La frase hecha, “una ventana de oportunidad única para México” se ha repetido hasta el hartazgo en notas, reportajes, columnas de opinión y foros de debate. Esta semana el tren al que todos han querido subirse por fin hace una parada: la estación es Santa Catarina, en Nuevo León, el cotizado pasajero, la productora de autos eléctricos más importante del mundo: Tesla.

Me ahorro la grilla política y prefiero por el contrario enfocarme en las implicaciones positivas de una noticia como esta, en cómo podemos aprovecharla y desde luego en señalar lo que nos hace falta como país para que más inversiones de este calibre puedan aterrizar en suelo mexicano.

Primero hablemos de lo que significa que una compañía de Elon Musk llegue a México. Porque no se trata de cualquier empresa, estamos hablando del líder en autos eléctricos en el mundo y ahora nuestro país será el tercer anfitrión fuera de Estados Unidos de una planta de Tesla, detrás de Berlín y Shanghái. La inversión, que se estima en 4,500 millones de dólares (estos datos son previos a la confirmación de la compañía que anunciará oficialmente el proyecto mientras se escribe este texto), es tan solo la punta de ese iceberg que se llama nearshoring.

Y es una superoportunidad para el país porque esto detonará más inversión, empleo, desarrollo y formación de talento y capital humano así como infraestructura. Además, esto podría convertir al país en un referente mundial en producción de autos eléctricos puesto que Audi y BMW ya cuentan con fábricas que producen este tipo de coches en el país. Y por último, la señal que manda a inversionistas extranjeros no puede ser mejor.

Es cierto que no todo es color de rosa y que tenemos muchos déficits como país en términos de suministro de energía, agua y capital humano calificado. Pero según estimaciones de algunos expertos, una planta de esas dimensiones y con esa capacidad de producción (se prevé que se produzcan un millón de autos al año) tardaría alrededor de cinco años en construirse, lo cual le permite a gobiernos municipales, estatales y federales tener un margen de tiempo suficiente para generar la infraestructura adecuada, resolver los problemas de abasto energético y de agua y desde luego, el tema de la falta de personal capacitado.

Cinco años para que la fabrica de Tesla en Santa Catarina entré en operaciones, según las estimaciones expuestas en el párrafo anterior. Me parece que es el tiempo perfecto para que como país nos pongamos las pilas y dejemos atrás filias y fobias o sesgos ideológicos, partidistas o políticos. Porque no se trata de ser pro o contra 4T, estamos hablando de las oportunidades que se le están abriendo al país y a las nuevas generaciones, que viven acosadas por la zozobra de un futuro incierto y sin muchas garantías.

Bueno, pues permítaseme el optimismo, pero con una inversión como la de Tesla, ha llegado el momento de hacer a un lado la estrechez de miras y ver la fotografía completa, porque oportunidades habrá. ¿El camino será sencillo? No. ¿Cómo país tenemos muchos retos por delante? Sí, pero siendo honestos, esa historia la venimos escuchando desde siempre, y aquí estamos.
Entiendo que el acceso a oportunidades y la desigualdad no son temas menores, pero por eso justamente es urgente que como sociedad, todos, gobierno, empresas y el ciudadano de a pie, nos demos la mano y dejemos de tener esta visión de que el país se construye y se destruye cada seis años.

Lo que hoy se le presenta a México puede ayudarnos a corregir todo aquello que se ha hecho mal en los últimos 30 años y reforzar lo que se ha hecho bien. La clave está en entender que el país no lo construye una sola persona, partido político o empresa, el país lo hacemos todos.