Aumenta el consumo de psicodèlicos, principalmente entre empresarios “hay mucha gente en el mundo empresarial que hace ceremonias de ayahuasca o sapito o consume hongos, más de la que uno se imagina; cuando uno pierde el miedo de decirlo, más gente sale del closet, sobre todo en esta generación de milenialls para abajo”, asegura Elena, profesionista y directiva de una empresa portuaria en Manzanillo, Colima.
Es posible ubicar tres grandes olas de consumo de psicodélicos: la primera, en sus orígenes, con fines médicos y ceremoniales en culturas prehispánicas; la segunda, en los revolucionarios años 60’s, con el movimiento hippie; y la tercera, en la última década con el consumo terapéutico, incluso en altos estratos sociales.
“La tercera ola es como de hippies fresas”, dice la empresaria bromeando.
Para Eros Quintero, biólogo enfocado en la neurofisiología, hay dos maneras en que se puede interpretar el consumo de psicodélicos en sectores empresariales: “por un lado están influyendo de manera importante en la industria informática, por ejemplo, su uso está muy extendido en desarrolladores de tecnología en Silicon Valley”.
Y el segundo, es el idealismo acerca de la experiencia psicodélica como promotora de la llamada expansión de la consciencia, “podría significar que con un uso adecuado, sirva para catalizar la resolución de diversos conflictos que han afectado seriamente a la población mundial”, explica el integrante de los colectivos Vía Synapsis, Sociedad Mexicana de la Psilocibina y Mindsurf.
Eva llegó al mundo de las medicinas ancestrales -como ella las llama- siendo usuaria, pero ahora es una fehaciente promotora y hasta guía de algunas experiencias. “Te sorprendería saber las personas que participan en las ceremonias: líderes de cámaras empresariales, políticos, CEO’s y gerentes de empresas importantes; para esto no hay clase, ni educación, ni diferencias”, asegura.
Pero poco se dice sobre ello. “Es todo un tabú -reconoce la aprendiz de chamana- hay que estar dispuestos a desafiar esos condicionamientos sociales, en algún punto piensas en lo que diría la gente; es algo que en el mundo corporativo, no se habla (…) a lo mucho, la gente dice que va al terapeuta y que toma Clonazepam”.
Es un proceso de sanación
Elena no se enoja fácilmente, es alguien zen, como coloquialmente se le diría. Quién sabe si por su temperamento natural o por la ayuda extra que le ha brindado participar en dos ceremonias de ayahuasca, una de hongos y una de sapo. “Para mí es un proceso de sanación, es parte de ese camino terapéutico de sanación y cada uno tiene beneficios diferentes”.
De su primera sesión de ayahuasca recuerda que fue guiada por una chamana en un encuentro de mujeres para sanar el linaje femenio; la mujer bajita y morena, psicoterapeuta, usaba ese día un vestido blanco amplio, con una estola y un cinturón de color rojo. “Da indicaciones y una muy útil es: hoy nadie se va a morir, lo único que se va a morir es lo que no quieran de ustedes”.
Luego llega la ayahuasca en un caballito: es una sustancia espesa, oscura, con un olor penetrante, indescriptible y un sabor amargo.
“La persona que la pasa repartiendo dice: te entrego con amor, y tú respondes: recibo con amor”. La empresaria narra que lo primero que vio fue gente revolcándose y vomitando, empiezan a hablar y la voz les cambia, algunos lloran, algunos gritan, algunos se paran, otros se duermen, otros se retuercen.
“Yo tomé una segunda dosis y a los 10 minutos empecé a ver colores y formas, colores muy intensos, geometría sagrada, cosas en un plano perpendicular, había música real, pero también música creada por mi mente; decidí acostarme y en ese momento iniciaron las alucinaciones”.
Luego de cuatro o cinco horas del efecto, Elena asegura que cambia la forma de ver y asumir la vida, “te ayuda a sanar traumas con el pasado”.