La posibilidad de una tercera vía

francisco Javier García Bejos columnista

En otras ocasiones he comentado en este espacio la preocupante pérdida del centro político en el
espectro ideológico, porque me parece que no se está discutiendo lo suficiente, y eso es más
preocupante aún. Tengo claro que en muchas ocasiones los medios de comunicación masiva, de
cualquier inclinación política, pueden exagerar fenómenos sociales como el de la polarización,
pero creo que en los tiempos actuales la realidad va más allá de que lo reporten o no los medios.

Lo hemos estado viendo en los procesos electorales de los últimos 5 años en todo el mundo, sobre
todo a partir de la llegada de un político anti-establishment que ha cimbrado no solo a los
cimientos de la democracia de su país, sino a los de muchas otras latitudes. Me refiero desde
luego a Donald Trump.

El de Estados Unidos es un caso particular en términos de su sistema democrático. Casi desde su
constitución como nación independiente el bipartidismo ha sido una característica inamovible. En
la última mitad del siglo XX y en lo que va del XXI, han existido diversos intentos para tratar de
modificar esa dinámica, pero todos han fracasado.

Tanto el Partido Demócrata -el más antiguo-, como el Republicano, han consolidado un sistema
político dualista en el que una tercera vía parece no tener cabida. Lo obsoleto de este diseño
institucional ya se ha desbordado y muchos estadounidenses llevan décadas criticándolo y
exigiendo un replanteamiento de su sistema democrático que solo les ofrece dos opciones al
momento de votar.

En esta coyuntura y de cara a las intermedias de noviembre, una vez más surge un esfuerzo por
hacerle frente al bipartidismo y a sus nocivos efectos de extrema polarización. Esta nueva opción
tiene por nombre Forward Party (Partido Adelante), y su fundador, el millonario Andrew Yang, que
ya tiene experiencia previa en la política, en el Partido Demócrata específicamente, confía en que
este proyecto se consolide.

Yang tiene los recursos financieros y hasta ahora a un nutrido número de estadounidenses que le
apoyan. Su consigna, “Ni izquierda. Ni derecha: adelante”, es un llamado a aquellos que ya están
cansados del creciente clima de confrontación que vive su país y pretende convocar tanto a
republicanos como a demócratas que no se instalen en las antípodas de sus respectivos espectros
ideológicos y le apuesten a la construcción de un centro político, inexistente en ese país, y cada
vez más en el resto del mundo.

La iniciativa de Yang ha generado incredulidad, y es natural en un país como Estados Unidos, con
una experiencia previa poco menos que desafortunada cuando se trata de una tercera opción
política. Pero creo que sería un error desestimarla y peor aún que no logre cuajar en ese país. ¿Por
qué?

Porque nos guste o no, en muchos sentidos el mundo gira bajo la órbita de lo que ocurre en
Estados Unidos (y en Europa también). Entonces, irremediablemente las inercias políticas de ese
país generan eco en otros.

El mundo atraviesa por un clima social y político de mucho odio, de poco entendimiento, diálogo y
tolerancia hacia las ideas, formas de vida, e incluso existencia del otro. Si seguimos por esa vía, los

resultados serán violentos. El siglo XX nos dejó varias lecciones al respecto y valdría la pena
recordarlas.

El futuro del Forward Party es incierto pero su existencia es hoy, más que nunca, necesaria, no
tanto por los resultados que pueda obtener, sino por el poderoso mensaje que envía: ¿de verdad
nuestras únicas opciones políticas están en eso que identificamos como derecha e izquierda?, ¿o
es posible una tercera vía?