Por Adriana Delgado Ruiz |
Los controles de precios, de la manera que se impongan, son una muy mala idea aun cuando el propósito sea el más noble. La afirmación, así de contundente, no es un cálculo trasnochado de escritorio sino una comprobación histórica continua. En Francia, siglo XVIII, así fue como terminó generándose una escasez de granos y productos básicos relacionados como el pan, lo que llevó a una hambruna y a las consecuentes revueltas sociales generalizadas.
América Latina es un catálogo de múltiples ejemplos de que los controles de precios terminan por perjudicar a quienes buscan beneficiar porque mantenerlos implica bajar abruptamente la calidad, rompe las cadenas de suministro lo que significa desabasto y hasta genera mercados paralelos e informales que implican grandes riesgos. Más aún, los escenarios de escasez en realidad no detienen la inflación, solo la posponen.
La versión reforzada del Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC 2.0) tiene el objetivo de mantener el precio de la canasta de 24 artículos básicos que contiene en 1,039 pesos hasta el 28 de febrero de 2023. Pero ¿a qué costo?
Si los controles de precios en alimentos se dan mediante un acuerdo para mantenerlos bajos, los primeros afectados son los campesinos. Más aún, las personas más pobres en el país no suelen ir al supermercado, sino al mercado popular en donde, de acuerdo con un estudio del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, los intermediarios tienen márgenes de ganancia más que abusivos. En su muestra, compran al productor de plátano Tabasco en 4.50 pesos el mismo kilo que termina en las manos de la ama de casa en 18.60 o adquieren el de jitomate saladet en 6.30 pesos pero llega a la mesa de un hogar en 27.4. En ambos casos, más del 300 por ciento.
De hecho, la inflación general en México se ubica en 8.70 por ciento, pero la de los 24 productos de la canasta alcanzó el 15.55 por ciento justo antes de la firma del nuevo PACIC.
Por otra parte, en el ánimo de bajar costos, a las empresas firmantes se les dispensó de la revisión sanitaria de los alimentos. ¿Significaría eso que en aras de un precio deje de ser importante la calidad y la sanidad? México está libre de más de mil plagas que pueden afectar a los diversos productos alimenticios, justamente por los controles que tiene, producto del amplio comercio internacional en ese sector. Aun así, han llegado plagas de roya a los cultivos de café, de pestalotiopsis a los de fresa, y otras más. Bajar la guardia es un riesgo a considerar.
Los controles de precios se aplican de diversas maneras, pero todas terminan teniendo costos tan altos como los que buscan bajar. La gasolina, por ejemplo, se ha mantenido en un nivel que ha permitido que la inflación no rebase los dos dígitos, pero a un costo de 293 mil millones de pesos contabilizados hasta el final de agosto, de acuerdo con el SAT. Dinero que podía servir para salud o educación, dos de las áreas públicas con más carencias.
¿Cuánto realmente ayudan todos esos controles en el combate de una inflación que tiene más que ver con factores externos que propios de nuestra economía?
PUNTO Y APARTE, la senadora priista Beatriz Paredes, visitó Monterrey para dar una conferencia sobre el futuro de México y el norte del país. Acudió a saludarla el exgobernador neoleonés, Fernando Elizondo, en un entorno de conversación sobre el papel fundamental de los ciudadanos, aun atomizados políticamente, para impulsar el cambio social del país. Ahí, la senadora Paredes dejó en claro su aspiración de contender por la candidatura presidencial para 2024, lo que se aprecia como una bocanada de aire fresco para construir una alternativa más ciudadana desde la oposición.