Durante la rendición de su Cuarto Informe de Gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador, habló sobre como durante su mandato se ha logrado aminorar la desigualdad y la pobreza con una mejor distribución, mencionó que “sin crecimiento, según el indicador macroeconómico, pero con una mejor distribución del ingreso hemos logrado aminorar la desigualdad y la pobreza”, en tanto criticó la “obsesión tecnocrática de medirlo todo en función de indicadores de crecimiento económico” al considerar que no se reflejan por completo las diversas realidades sociales que se viven en el país.
Cabe señalar que días previos al informe, el presidente adelantó que durante este cuatrienio se redujo la brecha de desigualdad entre los hogares que perciben más ingresos en comparación con los que menos.
Indicó que en 2018 la diferencia entre ambas partes era, en promedio, 18 veces el ingreso, mientras que hoy se ha reducido a 16, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI, y tiene razón, en parte…
De acuerdo con esta encuesta, en 2018 el 10% de los hogares más pobres percibía en promedio ingresos por 3,270 pesos al mes y para 2020 el monto ascendió a 3,310 pesos, un hecho no menor, si consideramos que es el incremento más alto desde que se comenzó a realizar esta medición hace 20 años, acompañado del decremento en los ingresos de los hogares con mayor percepción.
Sin embargo, esta medición no puede ser considerada como una fuente completamente confiable. En este tipo de encuestas la gente tiende a mentir sobre sus ingresos y, más interesante aún, los conceptos utilizados por expertos para medir la movilidad social difieren de la percepción del individuo promedio.
Mientras que un lado considera un “movimiento relativo” en donde algunos individuos suben y otros bajan, la percepción general tiende al “movimiento absoluto” en la que todos debieran mejorar su situación.
Lo anterior, hace que el uso de datos corregidos, verificables, sea un mejor método cuantitativo. Al revisar los datos ofrecidos por el presidente, la desigualdad en efecto disminuyó, no porque en los hogares más pobres se perciban más ingresos sino porque en general los mexicanos perciben menos.
De igual forma, la pandemia se convirtió en un factor decisivo volviendo, en general, más pobre a la población. En comparación con datos obtenidos previos a la pandemia en 2018 y 2020, los ingresos de los más pobres se redujeron un 5% y un 8% para los más ricos. El problema es que una reducción del 5% de los ingresos en las familias con menos recursos puede llegar a traducirse en pobreza alimentaria, mientras que en la población más acomodada no representó un impacto empobrecedor considerable.
Finalmente, algo que no se está considerando son las afectaciones a la clase media, menospreciada por el presidente, ya que la reducción de los ingresos de los más acaudalados puede estar afectando a un porcentaje considerable de esta clase media, que se ubique en dicho tier de ingresos altos.
De cualquier forma, no son resultados dignos de presumirse.
Azul Etcheverry Aranda