“La opción para el siglo XXI no es la alternativa entre el capitalismo y el socialismo. No. (…) (Es) La afirmación del hombre libre, como un valor superior, supremo, con sus derechos y libertades…”
Mijaíl Gorbachov en una entrevista para Este País
Era 1985. El régimen soviético hacía tiempo que daba señales de desgaste y el modelo capitalista comenzaba a transformarse en lo que hoy muchos denominan neoliberalismo.
En el ala occidental los liderazgos de personalidades como Ronald Reagan en EU, Margaret Thatcher en Reino Unido, François Mitterrand en Francia y me atrevería a decir, Juan Pablo II, desde la trinchera religiosa, fueron figuras claves en la caída del comunismo.
Cuando Gorbachov asumió el cargo de Secretario General del Partido Comunista, en ese año de 1985, atendió las señalas de debilitamiento del régimen y comenzó una serie de reestructuras al modelo político y económico de toda la URSS. La afamada perestroika derivaría en el fin de la Guerra Fría, en la caída de la cortina de hierro entre Rusia y las potencias occidentales y en la consolidación casi global del modelo de libre mercado.
Casi 40 años después de la caída del comunismo y del aparente fin de las tensiones entre Occidente y Rusia, nos damos cuenta de que eso nunca fue tal cosa, y que, si bien la serie de medidas implementadas por Gorbachov para renovar a su país fueron necesarias, lo cierto es que para muchos de sus connacionales el fin de la Unión Soviética caló hondo en su orgullo nacional. Los acontecimientos actuales dan cuenta fidedigna de ello.
La historia de Rusia en los últimos 200 años es la de una nación atada irremediablemente a sistemas autocráticos y autoritarios. Sin importar el espectro ideológico de quienes están al mando, pareciera ser que la única opción viable para mantener a flote al país que vio nacer a Tolstoi es la de sujetarse a las órdenes y designios de un solo hombre o
sistema.
Pareciera que figuras como las de Gorbachov y sus ideas le son alérgicas al grueso del colectivo de ese país, que después del fin de la URSS no vio nada más que pobreza y desorden y que ha encontrado, no obstante, en el régimen oligarca y autoritario de Vladimir Putin, una mayor estabilidad política y económica y el recuerdo nostálgico de las
glorias del pasado.
Este espacio no da para ilustrar las causas y factores que detonaron la caída del sistema soviético, que fueron muchos y de muy diversa índole, pero sí creo que la reciente muerte del promotor de esa renovación sistémica puede ser el pretexto ideal para echar una mirada a ese pasado y ver si podemos aprender algo de ahí.
En lo personal, yo saco algunas reflexiones que quizá nos puedan ayudar:
Aunque el modelo capitalista salió airoso de la Guerra Fría, hoy está más que claro que a este sistema también le urge una perestroika. Los liderazgos occidentales están hoy completamente desdibujados y la amenaza a la democracia es cada vez más latente. Las enormes desigualdades sociales que el binomio democracia-capitalismo no ha sabido combatir, están siendo aprovechadas por líderes propensos al autoritarismo. Y esto está sucediendo en todo el mundo.
La cita con la que inicia este texto no podría estar más ad hoc con el gran dilema político de la sociedad contemporánea. Sin lugar a duda lo que está hoy en juego es la libertad del individuo como valor supremo. Quizá Gorbachov no pudo prever los alcances y consecuencias de sus reformas, pero sí que entendió cuáles eran las motivaciones y la necesidad de llevarlas a cabo.
A ver si alguno de nuestros líderes cacha la idea, antes de que sea demasiado tarde.