Se ha abierto el debate de respetar o no los derechos humanos de quienes precisamente muestran desprecio por la vida.
Después de las declaraciones del presidente de la República al expresar que los derechos humanos de cualquiera persona en el país deben ser respetados, incluso el de los miembros del grupos del crimen organizado quienes de manera deliberada y viral, exponen la saña con la que torturan, asesinan o generan violencia en sus acciones en contra de otros grupos rivales o las propias fuerzas del orden.
Este análisis y pronunciamiento acompañado del que realizó el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, pone contra la pared y en una encrucijada a simpatizantes o detractores del presidente, quienes elevados en su ira han propuesto en redes sociales que se castigue con la misma violencia a aquellos que la generan.
“Hay muchas denuncias por violación a derechos humanos, porque la delincuencia organizada tiene como mecanismo fijo de defensa, el presentar una queja en contra del procedimiento de detención.Así esperan tirar el proceso en su contra”. Luis Crescencio Sandoval
Pero, en sentido estricto, quién puede sentir que domina el escenario y la línea divisoria entre crimen y castigo, si la violencia con violencia debe pagarse con la misma moneda, entonces el ojo por ojo y diente por diente, nos dejaría ciegos y chimuelos, en qué sociedad nos hemos convertido que por encima de la indignación y dolor, deseamos cobrar al mismo precio, vaya que si resulta delirante el dilema.
Se entiende desde luego que en naciones como México y muchas otras en las que los sistemas de justicia carecen de protocolos adecuados de actuación, el abuso policial, militar y desde luego, delincuencial sobrepasa los límites del respeto al derecho humano, por tanto no parecen existir condiciones para que policías o sociedad civil generen una figura de justicieros en contra de aquellos que precisamente se amparan en la justicia y ley para cometer crímenes atroces.
Duele tanta violencia y lastima los sentidos ver tanta sangre e impunidad en el mismo escenario colectivo, sin embargo y por más que el presidente o cualquier funcionario pareciera proteger desde su discurso a quien comete y promueve la violencia, no debe quedarse solo en el análisis y discusión de cómo, cuándo, quiénes y desde cuáles vías castigar la violencia, brindar justicia y en el mejor de los casos erradicarla.
No podemos normalizar tanta violencia ni tampoco exigirla al mismo nivel para castigar a quien la comete, sin un debate y un consenso previo, de cómo impartir justicia sin caer en la misma práctica primitiva de un delito.
Lo dialogamos en la red social Twitter @pablovazquezr1.