No podríamos entender el desarrollo de la humanidad sin tener en cuenta la aportación que han realizado los maestros a lo largo de los años. En México celebramos al gremio magisterial el 15 de mayo, una efeméride que tiene su origen en un decreto presidencial promulgado por Venustiano Carranza hace más de un siglo, en 1917.
La propuesta del acontecimiento y la selección de la fecha fue a iniciativa de los diputados coahuilenses Benito Ramírez y Enrique Viesca, quienes presentaron el proyecto ante el Congreso de la Unión. Como ese día se celebra la toma de Querétaro, y con ello la caída del Segundo Imperio Mexicano y la restauración de la República, algunos historiadores le asignan ese como motivo de la elección de la fecha.
Otros piensan que la razón de haber escogido el 15 de mayo como día para celebrar a los maestros tuvo que ver con que es la fecha en que el papa Pío XII declaró a San Juan Bautista de la Salle el “patrono especial de todos los educadores de la infancia y de la juventud”, así como “patrono universal de los educadores”. Sin embargo, este acontecimiento no sucedería sino hasta 1950, 33 años después del decreto carrancista.
Independientemente del origen de la fecha, lo importante es contar con un día al año para reconocer la labor de los docentes. Por mis funciones dentro del servicio público me ha tocado estar muy cerca de ellos y he podido ser testigo de la labor silenciosa y discreta que realizan en la educación de nuestra niñez y juventud, cambiando mentes, forjando sueños y construyendo comunidades.
Algunos, recorriendo decenas de kilómetros diarios para impartir clases en alguna comunidad rural; otros, atendiendo dobles turnos y brindando asesorías extraescolares; unos más, realizando actividades recaudatorias para mejorar las instalaciones escolares. Todos, dando un valor agregado, trabajando no por devengar un sueldo, sino luchando por un ideal, siguiendo su pasión docente, ejerciendo un apostolado educativo.
Hay cosas que si no se usan se atrofian. Es el caso de las escuelas. Muchas de ellas quedaron lastimadas por la ausencia de la pandemia y la labor de las pandillas. Los maestros no se han quedado de brazos cruzados y han emprendido cruzadas para rescatar sus espacios, de la mano de las sociedades de padres de familia y las autoridades educativas. Mi reconocimiento por ello.
Recuerdo con respeto y admiración a muchos de mis maestros, tanto de la universidad como de posgrado. A ellos los llevo en mi memoria. Pero a quienes recuerdo con cariño, quienes fueron forjadores de mi carácter, quienes me inculcaron los valores esenciales y el amor por México, fueron mis maestros de primaria y secundaria. A ellos los llevo en el corazón.
Gracias a ellos y gracias a todos los maestros. Con su cariño, su paciencia, su vocación de servicio y su talento moldean a los ciudadanos del mañana. De su actuar depende en mucho el porvenir de nuestros hijos. En sus manos está el futuro de México.