El empantanamiento ruso

Azul Etcheverry

Se están cumpliendo seis semanas desde el inicio del conflicto armado europeo, con ello se dio el anuncio del retiro parcial ruso de dos zonas de combate en el norte de Ucrania, sin embargo, occidente sigue en duda respecto a las intensiones reales del presidente Vladimir Putin, ya que pareciera que comienzan a empantanarse las ofensivas militares en diversas ciudades ucranianas, muy lejos de los argumentos iniciales rusos que aseguraban se trataba de una intervención estratégica con fines del reconocimiento de territorios y “desnazificación” en la región.

En días recientes se llevó a cabo un encuentro en Estambul en el que las partes dialogaron con la mínima esperanza en la viabilidad de una alternativa diplomática, el sonido de las palabras de pacificación cambia con el rugir de los bombardeos que no cesan y las imágenes de ciudades devastadas son solo superadas por la tragedia humana que viven quienes aún permanecen en el país.

Más allá de las especulaciones naturales que un fenómeno como el actual generan, en principio lo que queda claro es que la intención de Putin es la de reorganizar las fronteras rusas, con los territorios hoy independientes, de acuerdo con su visión neoimperialista que le ha llevado sistemáticamente a jugar con los límites de la tolerancia democrática una y otra vez, más recientemente desde la anexión de Crimea, la intervención en Siria y ahora en el resto de Ucrania.

A seis semanas de la entrada rusa los frentes de batalla se centran en el norte en la capital Kiev, que ha conseguido sostenerse e incluso recuperar algunas zonas de su periferia, las regiones separatistas prorrusas de Luhansk y Donetsk como puntos estratégicos de operación rusa, Mariúpol, ciudad portuaria estratégica para el acceso al Mar Negro desde donde se ha documentado una crisis civil trascendental, con abusos gravísimos en los derechos humanos. A estos puntos estratégicos se debe sumar Leópolis, punto de salida hacia Polonia de millones de desplazados.

Es de destacar también como la interdependencia entre los países se demuestra con la reorganización en la distribución de suministros como gas y petróleo, exigen que se abran nuevas posibilidades con actores no previstos. Hace poco era inimaginable el comercio reconocido entre Venezuela y Estados Unidos, el cual hoy existe por la necesidad de hidrocarburos. Más importante aún, conforme se vaya alargando la actividad militar, tendremos que asimilar sus consecuencias multisectoriales internacionales en el mediano o largo plazo.

Ahora bien, las posturas globales respecto a este conflicto se han dado desde la perspectiva histórica de la lucha entre el eje de izquierda contra derecha, no obstante, la realidad actual indica que se trata más bien de una conflagración entre democracias y autoritarismos alrededor del mundo y ante esa coyuntura es urgente que el gobierno mexicano tome una postura tenaz y unificada que hable en virtud del ejercicio democrático a nivel mundial.

Sin embargo, lo que vemos son prácticas diplomáticas limitadas que generan un falso dilema con respecto a lo que ocurre en México y nuestra estrecha relación con los Estados Unidos. Mientras en la Cámara de Diputados se invita al gobierno ruso para estrechar vínculos fraternos nostálgicos de “lucha social”, no debemos pasar por alto nuestros compromisos con los socios verdaderamente estratégicos y más importante aún, la obligación que tenemos como Estado democrático de proteger sus virtudes dentro y fuera de nuestras fronteras cuando éstas se ven vulneradas.