El proceso histórico que están empujando las mujeres, en lo que se denomina como la cuarta ola del feminismo, me parece sumamente interesante puesto que no se trata solo de exigir derechos. El trasfondo de sus reclamos cala más hondo y busca establecer un nuevo orden social que las impacta no solo a ellas, sino a toda la sociedad.
Durante siglos, y en muchas latitudes, el rol de la mujer en la sociedad ha sido relegado a un segundo o tercer plano. Se le ha visto como una suerte de moneda de cambio que los hombres han usado a su antojo. Subestimadas en su inteligencia y capacidades para razonar más allá de los sentimientos, a las mujeres se les ha asignado un papel con características muy específicas y que ha sido casi inamovible a lo largo de milenios.
Ellas se han cansado de ser etiquetadas bajo esos preceptos y paradigmas sociales. Pero también han evidenciado que esa categorización tan rígida para los géneros, no solo las ha afectado a ellas, nosotros los hombres también cargamos con una herencia histórica sobre la masculinidad que ahora pende de un hilo. Y para bien.
Creo que subestimar al movimiento feminista de la actualidad, o burlarse de sus expresiones, manifestaciones y exigencias, es no estar a la altura del momento histórico que estamos presenciando. Es no entender que el sistema social que hemos aceptado como “normal” durante siglos, ya es insostenible. Es no entender que la mitad de la población del mundo ya está cansada de que se le ignore, de que se le asesine y de que ni siquiera se le considere como parte de la Historia y de la humanidad.
Las mujeres han gritado “basta”. Y ese alarido ha sido más enérgico que nunca. Ya no están dispuestas a hacer ninguna concesión.
Quieren tener acceso a las mismas oportunidades laborales, económicas y de educación que los hombres.
Quieren sentirse seguras cada vez que salen a la calle.
Quieren tener el poder y el derecho de decidir sobre sus propios cuerpos.
Quieren vivir en una sociedad que no las menosprecie por el simple hecho de ser mujeres.
Quieren vivir sin violencia, en cualquiera de sus manifestaciones.
Quieren ser libres y saben que ya nada podrá detenerlas.
Han probado las mieles de la autodeterminación. Ahora son mucho más conscientes de sus capacidades y alcances y no están dispuestas a volver a ceder sus derechos a nadie.
Hoy, las mujeres están ahí, de pie, gritándole al mundo que este orden social se va a caer y que ellas estarán a la vanguardia, presenciando la caída, como testigos y como autoras. Estamos ante el gran momento de las mujeres, no darse cuenta de ello es querer vivir en la ignorancia o resistirse al inminente cambio.