EL PERDÓN ES EL FRUTO MADURO DEL AMOR

Domingo VII del tiempo ordinario del ciclo C
Sacerdote Daniel Valdez García

Estimados todos!

1. Evangelio según san Lucas (6,27-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieren que ellos los traten. Pues, si aman sólo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien sólo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Y si prestan sólo cuando esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No!

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.

No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: recibirán una medida generosa, colmada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida que usen, la usarán con ustedes.”

 

2. Propuesta de reflexión: “El perdón es el fruto maduro del amor”

No es fácil perdonar, sin embargo quien perdona no le hace ningún favor a nadie, sino que se quita a sí mismo una carga de encima. Amar y perdonar a los enemigos es un tema difícil de comprender y de llevar a la práctica, sin embargo para Dios nada es imposible.

La primera lectura tomada del primes libro de Samuel nos da cuentas de la actitud respetuoso hacia el rey Saúl que lo perseguía como a un enemigo. El renunció a la venganza, y podemos decir que le perdonó la vida. Mientras ese rey muchas veces estuvo lleno de encono contra David.

La lectura de la primera, tomada de la carta de san Pablo a los corintios, nos ayuda a comprender cómo el hombre terreno vive en una espiral de venganza, mientras el nuevo Adán en Cristo Jesús, como un hombre celestial es vivificado por el Espíritu cuyos frutos son paz, bondad, compasión, misericordia, etc.

Voy a centrarme en el pasaje del evangelio de San Lucas que hoy se nos ha proclamado.

En el museo de Louvre en Francia se conserva una estela llamada “código de Hammurabi” donde se conserva un conjunto de 282 leyes inscritas en una piedra por el rey de Babilonia Hammurabi del siglo XVIII a.C. donde se encuentra la llamada Ley del Talión o RECIPROCIDAD y dice: “Ojo por ojo, diente por diente, brazo por brazo…”, etc. Hasta aquí no se busca infligir daño excepto en casos donde el daño es merecido. La meta es justicia. La persona mala sufre y la persona buena prospera. Es como debe ser.

Sin embargo, en la actualidad se ha convertido en una medida egoísta donde se piensa haz a los demás antes de que ellos te lo hagan a ti, incluso en el ámbito político hay quienes dicen: “de que otros roben, mejor me lo robo yo”. De tal manera que en muchos círculos sociales dicho comportamiento agresivo no solo es permitido, sino celebrado.

Pero Jesús nos deja muy claro que que la reciprocidad no es comportamiento del reino. Igual que Dios va más allá de justicia a merced, hemos de hacer lo mismo. Es una lección difícil, una que va contra pensamiento común. No es natural. Podemos movernos de justicia a merced, pero solo por la gracia de Dios. Para lo cual Jesús habla tres veces dice ustedes y tres veces lo dice al tú. De tal manera que Jesús utiliza u lenguaje forzoso e imaginativo en lugar de lenguaje legal, su propósito no es dar reglas precisas para cada caso, sino estimular el pensamiento moral retando el estancamiento en el que gente se mueve cómodamente, pues muchos en lugar de vivir como hijos de Dios bendecidos lo hacen como fieras enfurecidas sedientas de venganza.

Que quede muy claro que Jesús no habla de sentimientos de amor, sino a las acciones de amor, de misericordia y de compasión, por eso lo sella diciendo: «Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso». Pues hay quienes no entienden esto y cuando alguien les pide perdón responden: “Que te perdone Dios, porque yo no”. Alguna vez conocí a un hombre que no rezaba completa la oración del “Padre nuestro”, después de tratarlo le pregunté por qué y que yo respetaría sino quería decírmelo. Y el hombre me dijo: “No puedo rezar PERDONANOS, como nosotros perdonamos, mataron a mi hermano y no puedo perdonar a los asesinos”. Yo guarde silencio, y pasado el tiempo él me preguntó a mi: “¿Por qué el día que le respondí por qué no rezaba completo el Padre nuestro, usted no me dijo nada”. Y yo le respondí: “Porque sé que perdonar no es fácil ni se puede imponer, y desde ese día rezo para que usted algún día perdone en Cristo y pueda rezar el Padre nuestro, vivir en paz y ser feliz con los suyos”. El hombre me dio las gracias y un abrazo de corazón, años después supe que ya rezaba completo el Padre nuestro y vivía feliz y en paz. El perdón es el fruto maduro del amor que nace y crece el corazón que se llena de la gracia de Dios.

Cuando la persona es honesta, tarde que temprano vive en la plenitud del nuevo Adán, en las actitudes positivas como el rey David que respetó la vida de su peor enemigo, el rey Saúl que lo persiguió y odio hasta querer su muerte.

Miremos bien, queridos hermanos y hermanas, con el principio del amor y los seis ejemplos que pone Jesús, él establece claramente que, como sus discípulos misioneros peregrinos de esperanza, no debemos permitir que gente de menos principios determine lo que pasa. No debemos esperar para ver lo que la otra persona hará antes de decidir lo que nosotros debemos hacer. Ni hemos de quedar atrapados en un círculo vicioso que otra persona empieza. Sino que, hemos de tomar la iniciativa y amar, hacer el bien, bendecir, y orar. Amar amar es el imperativo. Bien sé que esas actitudes pueden parecer débiles frente al odio y la violencia, pero Jesús los transforma como transformó al hombre de la historia de vida que compartí. En la cruz Jesús demuestra lo poderosas que pueden ser esas actitudes. En la cruz, no maldijo a sus enemigos, sino que oró por su perdón. San Francisco de Asís, el doctor Martín Luther King Jr., y muchos otros discípulos han demostrado la fuerza del amor misericordioso a través de los siglos. ¡El amor gana! ¡La fe mueve montañas, pero el amor mueve al mundo!

Cuando perdonas no pierdes nada, creces más y más en la gracia de Dios. Nunca forces a nadie al perdón, deja que nazca del corazón.

Amén, amén, Santísima Trinidad.

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