Entre la corrupción y vamos a darnos un tiempo

En diplomacia, como en política, la forma es fondo.

El presidente de México ha dicho que desea “pausar” las relaciones con España porque las empresas españolas han obtenido beneficios al grado de robar al país: “El presidente señaló que había un contubernio arriba, una promiscuidad económica, política, en la cúpula de los Gobiernos de México y de España, pero como tres sexenios seguidos”

No es la primera ni será la última declaración “inapropiada” del presidente respecto a la no diplomacia que ha llevado a cabo desde que entró en el gobierno. ¿Pero qué necesidad de poner en entredicho las relaciones con uno de los socios comerciales más importantes que tiene México? Si han habidos robos y corrupción como lo señala: ¿porque no hay procesados en los juzgados?

No sé si el desconocimiento sobre diplomacia es real o es solo un distractor, una cortina de humo del presidente López Obrador para intentar tapar el sol con un dedo. Su hijo ha sido beneficiado con el favor de un contratista de PEMEX al prestarle a él y a su esposa una casa muy poco modesta, cosa que contraría el discurso de austeridad republicana que tanto defiende López Obrador.

El caso es que parece que López Obrador es el maestro de las distracciones y entiende como funcionan los medios y como hacer que los medios y la población en general se distraigan con temas que en realidad no son tan trascendentales, esto con el fin de cubrir la ineficiencia gubernamental, la falta de resultados y en este caso, el aparente tráfico de influencias.

En esta misma columna he dicho en reiteradas ocasiones que la gran bandera de López Obrador era acabar justamente con este tipo de prácticas corruptas que son, parece ser, parte de la “cultura” mexicana. Y que esta fue, una de las razones más importantes para que el presidente de México fuera elegido. La esperanza de tener gobiernos eficientes, de verdad democráticos y con cero corrupciones, fue el sueño que el ex priista vendió a los mexicanos.

Y en este sueño mexicano, quizá lo más trágico es que la realidad no cambia y que los vicios no se trataban solo de los partidos que previamente gobernaron, sino de la población en general como un gen maldito que tiene como destino: las casas caras de políticos adinerados, las palabras huecas y la mentira constante.

Y así entre la corrupción y vamos a darnos un tiempo (lo digo por lo de España) las cosas no terminan por cambiar, nunca.

 

 

 

 

 

 

 

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