Comer uvas como parte de recibir el año nuevo, ya es una tradición que llegó a América Latina desde España. Sin embargo, también es una tradición que se repite en países europeos como Alemania o Francia. La relevancia de estos países en la tradición es porque producían uvas en exceso y sus derivados, como el vino, eran altamente consumidos.
Existen dos teorías sobre el origen de esta tradición. La primera se remonta al siglo XX, en la década de 1880. Según diarios europeos de la época, la clase burguesa española, buscando imitar a la francesa, comenzó a celebrar Nochevieja comiendo uvas y tomando vino para celebrar el fin de año e introducirse en un nuevo comienzo.
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La segunda sitúa el origen en 1909. Ese año, los productores de Alicante, una región al sureste de España, tuvieron una cosecha excedente de uvas blancas de la variedad típica del lugar por lo que se comenzó a comercializar de distintas maneras y para diversas ocasiones. Una de ellas fue el festejo de fin de año.
La idea de consumir las uvas es que representa los 12 meses de buena suerte y prosperidad para el año entrante y, en España, se acostumbra comer una uva con el sonido de cada campanada de la medianoche y representa atraer abundancia, dinero, salud, felicidad, amor, entre otros.