La elección de Gabriel Boric trae juventud, un nuevo estilo y la promesa de reformas sociales a la sociedad chilena, en la que persisten ecos de la dictadura.
El diputado izquierdista fue elegido este domingo como presidente de Chile, en una contienda que dominó con más de 10 puntos porcentuales por encima de su rival, el líder de la ultraderecha José Antonio Kast.
Con tan sólo 35 años de edad, obtuvo el 55% de los votos emitidos en las elecciones, contra 44% de Kast, contabilizadas el 92% de las 46.887 mesas de votación.
Miles de chilenos y chilenas salieron a las calles a celebrar el triunfo de Boric, quien asumirá el mando el próximo mes.
Es el único candidato en ganar un desempate después de salir segundo en el primer turno.
Boric ha ganado las elecciones con promesas de cambios profundos, estructurales.
Sus propuestas son las mismas de la calle alzada, aquella que reconoce el crecimiento de la economía chilena, la caída estrepitosa de la pobreza y el aumento inusitado del consumo durante la transición.
Los jóvenes chilenos saben que son más ricos y, por supuesto, infinitamente más libres que sus padres, que vivieron en dictadura. BPero se han cansado de la herencia de aquel experimento neoliberal, que dejó a las empresas la administración de los servicios públicos y terminó por forjar una sociedad desigual, de familias endeudadas y con un Estado mínimo y ausente.
Las nuevas generaciones quieren recibir los beneficios del “milagro chileno”, un país con una estabilidad y unos indicadores que son la envidia de sus vecinos.
A los inversionistas les preocupa que las políticas de Boric derrumben a una de las economías más ricas de América Latina con impuestos más altos, mayor gasto social y más regulación gubernamental de los negocios.
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