A 67 años de su fallecimiento, la grandiosa Frida Kahlo sigue dando de que hablar. Hace poco, Diego y yo, el último cuadro que pintó en vida se subastó en la friolera de casi 35 millones de dólares. Al tipo de cambio vigente, estamos hablando de aproximadamente 750 millones de pesos. Esto es, por mucho, la pintura de artista latinoamericano que más cara se ha vendido en el mundo. El récord lo mantenía desde el 2019 su pareja sentimental, Diego Rivera, con el cuadro Los rivales, vendido en poco menos de 10 millones de dólares.
El hecho de que el cuadro de una mexicana se valore tanto en el mercado mundial de arte es motivo de orgullo para los mexicanos. ¿Pero por qué una obra de arte puede llegar a costar tanto? ¿En qué se basa su valor? Al final de cuentas el lienzo, el óleo y el marco son los mismos en cualquier pintura.
Son varios los factores que intervienen en un caso como este. El primero es la originalidad. El talento del artista es una cualidad valorada por el mercado, así como su capacidad creativa, de diferenciarse y de innovar en su ramo.
La segunda es la circunstancia. Frida tuvo una vida tortuosa, en lo físico, en lo sentimental y en lo espiritual, y lejos de derrumbarse, supo capitalizar su tragedia para crear algo bello. Tres décadas después de su muerte se desató una Fridamanía encauzada por la coyuntura de los movimientos artísticos y feministas, además de la política del gobierno mexicano de promocionar a sus artistas.
La tercera es la escasez. Cuando un bien tiene una oferta limitada y una demanda creciente, su precio tenderá a incrementarse infinitamente. En este caso los cuadros de Frida son únicos, jamás podrá haber uno más. Y en específico, ese autorretrato de ella derramando tres lágrimas, con el rostro de un Diego con tres ojos dibujado en su frente, es y será siempre único.
El cuarto, y no menos importante, es la suerte. En una subasta como en la que se pujó por la obra de Frida, pueden pasar muchas cosas. Qué tal si una de las dos personas que estuvieron disputando el cuadro se hubiera enfermado y no hubiera podido asistir, quizá la pintura se hubiera vendido a un precio mucho menor. O quizá algún multimillonario interesado, que hubiera estado dispuesto a pagar el doble de lo pagado tuvo ese día alguna circunstancia familiar que le impidió llegar al evento.
Ahora ya sabemos qué tenemos que hacer para darle valor a nuestro trabajo. No se trata de descubrir el hilo negro, solo imitemos la estrategia de Frida, incluso la realizada post mortem por sus bienquerientes.
Seamos originales, diferenciemos con calidad y con creatividad nuestros productos o servicios; busquemos y aprovechemos la circunstancia, es un trampolín muy efectivo si la sabemos utilizar; tratemos de ser únicos, los mejores en lo que hagamos; y esperemos que la suerte llegue, aunque esa, dicen por ahí, se reparte a las seis de la mañana.