La contraprestación

 

La radio mexicana tiene una historia que este año cumplió 100 desde la primera transmisión de una emisora en forma y la televisión abierta acumula 71 años de edad. Aun en la actualidad son los medios de mayor penetración en el país. La televisión abierta es la verdadera concentradora de las audiencias masivas, muy por encima de la TV de paga y los servicios OTT. Las razones son simples: cobertura, alcance y accesibilidad.

La industria de los ahora llamados ‘medios tradicionales’ enfrenta, sin embargo, una gran crisis. En la competencia con las plataformas digitales, un problema toral es que tiene que enfrentarla en condiciones completamente desiguales e injustas, acentuada además con sobrerregulaciones que la ahogan.

Las 1841 estaciones de radio y 571 de televisión que hay en México generan 49 mil 465 empleos, de acuerdo con las cifras oficiales más recientes. Además de las fuertes inversiones que deben hacer en infraestructura de transmisión y producción de contenidos, cada que renuevan sus licencias deben pagar una contraprestación que la autoridad calcula en función de su valor comercial en el mundo. Es decir, entregan al Estado un pago por una utilidad que aún no han obtenido ni se sabe si la tendrán.

En cambio, los OTT únicamente han sido obligados a establecer entidades en México que paguen los impuestos que pagamos todos por dar o recibir un producto o servicio. Ellas no están sujetas a ningún tipo de contraprestación y no invierten en infraestructura dado que se montan en las redes de internet de los operadores locales.

Más aun, la radio y la televisión estén sujetas desde hace décadas al pago de un impuesto en especie. Actualmente, cada frecuencia radiofónica debe ceder al Estado 65 minutos diarios de su tiempo de transmisión y cada canal de TV, 48 minutos distribuidos a lo largo del día. Este es el mecanismo por el que, en épocas electorales, los partidos políticos nos inundan con spots propagandísticos, campañas mal hechas y discusiones insulsas a todas horas, sin pagar por ello ni un solo centavo a pesar de las prerrogativas millonarias que también reciben.

Así, televisión y radio contribuyen al pago de nuestra muy costosa democracia al tiempo que dejan de recibir lo que cuesta todo ese tiempo de transmisión. El estudio más reciente sobre el valor de esos tiempos oficiales lo hizo la firma Integralia en 2015, calculándolo en 60 mil millones de pesos. Si lo actualizamos con la inflación acumulada hasta ahora, ascendería a 78 mil 960 millones.

De nuevo, los OTT no están sujetos a ninguna de esas regulaciones ni obligadas a absorber todos esos costos.

¿Por que´ no apoyar a la televisión y la radio con leyes y reglamentaciones que propicien una competencia pareja y equitativa? Estamos hablando de los medios de comunicación que están con los mexicanos en todo momento, incluso en los que una emergencia, un desastre o un asunto de interés nacional requieren de información de primera mano. Además, no representan costos para el bolsillo de las personas.

De acuerdo con la firma especializada The Competitive Intelligence Unit (The CIU) en México hay operando actualmente más de 30 plataformas de video bajo demanda por suscripción, con tarifas mensuales que van desde 49 hasta 299 pesos.

Las más caras son las que tienen los contenidos de mayor impacto. Si un hogar mexicano quiere tener acceso a ellos, mantener la suscripción a los cinco OTT principales representa una cuota mínima mensual de 636 pesos que puede aumentar hasta 796 en caso de algún plan más allá del estándar y a eso hay que aumentar la tarifa de su servicio de internet.

Para la televisión y la radio, competir no es ningún problema, sino hacerlo en seria desventaja.

POR ADRIANA DELGADO RUIZ

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@ADRIDELGADORUIZ

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