Los amuletos para las madres que tienen hijos desaparecidos

“Ya me voy, hijo, acompáñame con tu bendición. Al rato nos vemos”, dice Gabriela San Pedro antes de salir, pero no hay respuesta, el hijo no la escucha. Angelo Montiel San Pedro no está en casa desde hace ocho años, pues fue desaparecido el 1 de abril de 2013.

A quien ella le habla es a “Angelito”, un muñeco fabricado a semejanza y con la ropa del joven de 21 años con el propósito de ayudarla con el dolor y la incertidumbre de la desaparición. Se trata de un amuleto que acompaña la esperanza de responder a la incesante pregunta: “¿Dónde está?”

Angelo fue víctima de desaparición forzada presuntamente por elementos de la Policía Municipal de Ixhuatlancillo. El muchacho llegó a Orizaba, Veracruz, desde Cancún, Quintana Roo, en busca de oportunidades laborales para ofrecer una mejor calidad de vida a su hija que entonces tenía un año de edad.

Como Angelo Montiel San Pedro, más de cuatro mil personas han desaparecido en Veracruz en la última década, aunque —de acuerdo con colectivos de víctimas— la cifra podría ser mayor. A nivel nacional, el gobierno mexicano reconoce que, desde 1964 y hasta la fecha, hay más de 91 mil personas que no han vuelto a ver a sus familias.

La existencia de “Angelito” no es un caso aislado, forma parte de la inédita iniciativa “Muñecos sanadores” del colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba que nació en 2012 en Veracruz tras la desaparición de Fernanda Rubí Salcedo, hija de Araceli Salcedo Jiménez, la líder de la organización.

La desaparición de una persona arrastra a familias completas hacia la absoluta incertidumbre. Se trata de un limbo. “Esto se puede entender como un estado de liminalidad e indica que las y los sujetos que se encuentran en este estado carecen de estatus, rango y no están aquí ni allá, o tal vez en ningún lugar”, señala la doctora en Estudios Culturales Susana Garrido.

El sentimiento de pérdida, de ausencia, se complejiza porque para los familiares de un desaparecido no hay descanso, no existe el consuelo de un cuerpo, menos de un sepulcro. El tiempo se altera. Solo hay un presente: la búsqueda.

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