La crisis de los chips

En los últimos meses se ha generado un fenómeno muy peculiar en el mercado automotriz. Por un lado, las plantas ensambladoras abarrotan sus patios, incluso han tenido que rentar predios colindantes, con cientos de vehículos que se acumulan. Por el otro, muchas de las agencias de coches carecen de inventario para vender al menudeo, teniendo que dejar ir a decenas de clientes que, con el dinero en la mano, no pueden adquirir el vehículo de su preferencia. ¿Qué sucede? ¿Dónde está la falla?

Por increíble que parezca el causante de que una oferta creciente de vehículos no pueda satisfacer a una demanda vigorosa es la escasez mundial es un dispositivo de dimensiones diminutas llamado chip. El problema no es privativo de la región noreste del país, ni siquiera de México, sino de todo el orbe.

Sin duda nos encontramos ante una falla catastrófica del mercado. ¿La causa? Son varias, aunque todas ligadas a la pandemia del Covid-19. Los chips son el cerebro de los teléfonos inteligentes, de las consolas de videojuegos, de las pantallas de televisión, de las computadoras y de los coches.

Cuando inició la pandemia, las empresas que fabrican esos productos redujeron sus pedidos de chips, anticipando una menor demanda por la recesión económica que vendría. Lo que no predijeron era que las personas, al quedarse en casa, demandarían más videojuegos, computadoras, televisiones y caminadoras eléctricas.

Fabricar un chip no es lo mismo que hacer enchiladas. Conlleva miles de pasos y puede tardar meses en su proceso. Además, son muy pocas las empresas que los fabrican, localizadas en Asia principalmente. Una de ellas, japonesa, se quemó hasta los cimientos; las taiwanesas están sobresaturadas de pedidos y las chinas tienen restricciones comerciales con Estados Unidos y, por lo tanto, con occidente. Además, por supuesto, que su capacidad también está al tope.

Esos miles de vehículos almacenados se encuentran en la espera de un chip, ese soplo que les dará vida. Otros, no se producirán, con los desequilibrios correspondientes en el mercado laboral y en las economías apalancadas en este sector. Según estimaciones del sector, serán entre 4 y 7 millones de vehículos los que se dejarán de fabricar en el 2021.

Además, la fabricación de chips requiere cantidades ingentes de agua, recurso cada vez más escaso, lo que dificulta la apertura de nuevas empresas, por los costos sociales y políticos que traería consigo.

En el largo plazo el mercado ajustará la crisis, sin duda. Pero en el mediano, es razonable esperar descompensaciones económicas e incremento en los precios de los chips y, por lo tanto, de los coches, ahora bienes muy escasos.

La crisis de los chips es otro daño colateral de la pandemia del Covid-19. Aprendamos la lección de la experiencia y preparémonos mejor para el futuro.

 

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