La discusión en cuanto al uso del lenguaje inclusivo se ha convertido en una constante, sin embargo, detrás de esta hay factores importantes de entender y reglas gramaticales que seguir.
Las personas no binarias son parte del colectivo LBTTIQ y es común que se asocien con el pronombre neutro: “elle” pero esto es una cuestión de elección personal.
El lenguaje es poderoso y las palabras que utilizamos determinan la conexión que tenemos con el resto y desde el punto de vista del género, la importancia de introducir el lenguaje inclusivo es dar visibilidad social, logrando una sociedad más igualitaria y trasparente.
En la lengua, existen dos tradiciones de pensamiento principales para abordarla: la “prescriptiva” y la “descriptiva”.
La prescriptiva, indica que el lenguaje es sólo uno y que existe una única manera correcta de hablarlo y escribirlo: aquella que ciertas instituciones determinen, como la RAE.
Este enfoque podría resultar útil en situaciones que requieran seguir convenciones institucionalizadas del idioma para facilitar su lectura en diversos espacios.
En un texto como: klaro io pomdría ezkribir ashí gg and it may be the case que me 3ntiend4n uwu, se puede apegar a las reglas idioma para facilitar su lectura, sin embargo, si se pierden la impredictibilidad ortográfica y gramatical de la oración y esta se vuelve complicada en su lectura o hasta imposible para personas con discapacidad visual.
Es decir, escribir siguiendo las “reglas” del idioma (que más que reglas son acuerdos en lo colectivo, y más que acuerdos son imposiciones en lo individual) tiene sentido en ciertos contextos.
Sin embargo, se tienen algunas limitaciones como que no considera la velocidad con la que el lenguaje cambia, del mismo modo en que considera “incorrecta” cualquier expresión no reconocida por instituciones como la RAE.
La Real Academia Española, para aceptar como válidas determinadas palabras, expresiones o usos gramaticales, primero verificará si tienen sentido y uso en un contexto muy local, esto quiere decir que, el español que se habla en España.
La perspectiva del lenguaje “descriptiva”, por su parte, no niega que existan consensos respecto a cómo se habla y escribe el lenguaje y que estos puedan articularse de una forma eficiente a través de determinadas instituciones que elaboren guías respecto a su uso, pero sí toma en cuenta el hecho de que, al final, el lenguaje no tiende a hablarse y a escribirse como las reglas lo indican sino como las personas hablantes eligen hacerlo.
El lenguaje algunas instituciones que lo estudian y lo norman, ya que este no existe en un vacío sino en la multiplicidad de relaciones que se forman en el ir y venir infinito de las interacciones entre las personas y la(s) cultura(s) que habitan.
Esta escritura tiene sentido contextos, donde se pretende visibilizar la desigualdad entre los géneros o el reconocimiento de los géneros no binarios.
Utilizar expresiones como “personas con pene/vulva” en vez de “hombres” o “mujeres” puede tener mucho sentido en ciertos contextos, por ejemplo, al describir procesos fisiológicos que dependan del sexo y no del género de la persona, como la menstruación o la eyaculación, entre otros.
Además, el lenguaje incluyente también tiene algunas funciones o apuestas políticas específicas, como ser una herramienta discursiva que ponga en jaque la concepción binaria de los géneros y el uso del masculino genérico de la gramática española.
Desde luego, el lenguaje incluyente no está exento de límites, el uso de la “x” podría imposibilitar o complicar la lectura de un texto para personas con discapacidad visual que requieran programas de lectura en voz alta.
El uso de la “@” es estorboso y quizás no sea entendible para nadie que haya nacido después de 1960.
Además, no siempre es posible encontrar palabras “neutras” y el uso del femenino y masculino puede extender demasiado oraciones que podrían necesitar ser más cortas.
El uso de la “e”, que por el momento es la apuesta más común y aceptada, puede ser un tanto cacofónico.
La existencia de estas cuestiones no debe confundirse como señal de que el lenguaje incluyente es, por sí mismo, problemático o ineficiente.
Por el contrario, surgen porque las reglas, acuerdos, imposiciones ya no son suficientes para representar la realidad de las experiencias e intereses de un grupo significativo de sus hablantes; de ahí que se argumente que existan circunstancias en que no utilizarlo puede ser un acto violento o discriminatorio, como cuando no se usan adecuadamente los pronombres de las personas no binarias.
Algunas propuestas se mantendrán y otras no, algunas se adaptarán a contextos específicos y otras se adaptarán a un uso más general.