Fue Piero Calamandrei quien a distancia de siglos nos ilustró diciendo que: “La lucha de los abogados y la verdad es tan antigua, como la que existe entre el diablo y el agua bendita”.
Para quien dude, déjeme tratar de explicarle que la abogacía se inició en las primeras noches de los tiempos, surgió con el primer problema que las partes en conflicto no pudieron resolver. Ahí, precisamente ahí, es donde nació el primer abogado y con posterioridad el primer juez que debería de resolver el conflicto planteado con base en normas muy primitivas, normas que con el devenir del tiempo fueron y resultaron más elaboradas, hasta que con mucha posterioridad llegaron a formar el Corpus Iuris.
Durante siglos, la evolución de la ciencia del derecho, la cuál por desgracia no comprenden, ni la entienden muchos gobernantes, quedo siempre en manos de los abogados que dedicaban, desde entonces, su vida a la patria y teoría jurídica. Ello jamás ni estuvo ni estará en manos de los gobernantes, ni mucho menos de los legisladores, así lo dice la historia y así seguirá siendo.
Con el correr de los años, la evolución de nuestra ciencia nos llevó hasta la época del Imperio y fue ahí donde surgió el derecho legislado, no en forma de leges rogatoe, sino como constitutiones, como se les denominó en aquél entonces a las medidas decretadas por el emperador.
Corrieron las horas y los años y surgieron las recordadas doce tablas, como primera ley substancial del Derecho Romano, ello así nos lo enseñó nuestro recordado maestro Guillermo Floris Margadant. En aquellas famosas doce tablas; la tabla VIII definía “penas muy graves para aquellos delitos que afectaban el interés público”, como es la corruptio optima”, o corrupción judicial.
De un solo golpe, corramos los años y penetremos en la Cuarta Transformación de México, diciendo que desde siempre y en épocas anteriores como fueron la Colonia, Independencia, Reforma y Revolución, los abogados por razón de la importancia de la materia que dominan, han tenido y seguirán teniendo, una influencia determinante en todo aquello que concierne a los intereses de la Patria.
Hoy todos sabemos que México no debe de estar en manos de la inseguridad, de la corrupción, de la ilegalidad, de las mentiras, de la narcopolítica, ni de ningún otro poder diverso a nuestros Tres Podres de la Unión. La Justicia es únicamente la que puede reunir las características precisas para garantizar la pervivencia de nuestros Tres Poderes, a fin de permitir el crecimiento de nuestro México.
México hoy se ve enfrentado a una necesidad política y jurídica que sirva a las exigencias más elementales de proveer justicia, sin corrupción, sin ilegalidad, sin mentiras, sin narcopolítica, sin nada que no sea afín a los ideales de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Cabe recordar que Andrés Manuel López Obrador, nada más al tomar posesión de su encomienda como Presidente de México, nos aseguró que uno de los ejes esenciales de su política sería el respeto a la independencia de la justicia, hoy por hoy tendrá que demostrarlo en la práctica. Están demasiado cerca de su investidura los escándalos provocados por las embestidas de la inseguridad, corrupción, ilegalidad, mentiras y nacopolítica, para que nos creamos sin más, las palabras de su Cuarta Transformación de la Nación. Quizá le estimule, en demasía, aquello de que todo ha sido herencia de un pasado mediato.
Nuestra estructura constitucional y nuestro derecho penal, no entienden eso. La Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., hoy como abogacía independiente exige y con un tono de voz viril la reivindicación de la justicia sin subordinación a aquello que la afecte como lo es la narcopolítica, etc., etc..
Como abogados que somos todos los que pertenecemos a dicho centro de estudios penales, hoy se lo exigimos.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..