Insectos como la grana cochinilla, moluscos como el caracol púrpura; flores como el añil, el matlalxóchitl, el pericón o el muicle; semillas como el achiote; zacates como el zacatlaxcalli y barros como el tejotlate, el palli o el tlahuil, son algunos recursos naturales usados desde tiempos prehispánicos en México para teñir indumentaria, cerámica, madera o cestería, instrumentos musicales y decorativos, y para pintar pisos, muros y retablos.
La cochinilla tenía un gran valor en la época prehispánica: “con grana se teñían las prendas de la alta sociedad, debido a la importancia del color rojo en esa época. El rojo representaba la sangre, los rayos del sol, el fuego y a varios de sus dioses principales atribuían este color. Para los toltecas el país del color rojo, donde estaba la casa del sol, era el poniente, para los tarascos el rojo representa el este y para los chontales significa la fuerza” (Ortiz, 1992).
Generoso en recursos minerales y biológicos, el territorio nacional y sus ecosistemas han aportado por siglos una regia gama de colores a los que hoy día vuelve los ojos una industria textil que observa y comprueba cómo los tintes químicos ponen en jaque al medio ambiente.
Aunque resultan más costosos los tintes naturales y es más complicada su aplicación, son más vivaces en las telas que los artificiales y, mejor aún, ambientalmente amigables.
Algunos defensores de la naturaleza plantean dudas sobre el uso de los pigmentos naturales en telas, porque un manejo inadecuado de ciertas plantas venenosas, o su combinación con sales de metales pesados y otras sustancias que se aplican como fijadores, pueden ofrecer peligros de toxicidad, además de que la exposición al calor o al sol degrada el color.
Pero frente a una industria textil que emplea de forma regular plomo, arsénico, cobre, mercurio, azufre y formaldehídos, entre otros químicos, y luego vierte los residuos en ríos y otros cuerpos de agua y suelos, con obvio impacto para los ecosistemas y la salud humana, se vuelve a explorar la veta magnífica de los colorantes naturales.
Los procesos para extraer los colorantes naturales son aún sofisticados y, en algunos casos, se les suma una sobreexplotación destinada a otros usos, como la del caracol púrpura, extraído irracionalmente para la gastronomía, lo que pone en estatus de riesgo a ese molusco.
En el caso de la grana cochinilla, obtener el tinte reconocido mundialmente como rojo mexicano y que es un rojo cadmio, intenso, demanda un largo y paciente proceso. Para el cultivo de la grana o cochinilla es importante cuidar el establecimiento previo del cultivo de nopal. Las pencas son infestadas con cochinillas madres cargadas de huevos que son depositadas por los productores en nidos especialmente confeccionados para este propósito. Tres meses después, cuando los insectos han alcanzado su estado adulto se cosechan, se limpian para quitar la cubierta cerosa y se secan, quedando con una apariencia de granos negruzcos que es como se comercializa.
El arte, la industria y la gastronomía aprecian estos tintes cuyo origen, los recursos naturales, debemos preservar al ser parte de la megadiversidad de México.