● El creador plástico Antonio Sánchez Arzate rememora los días del aprendizaje con el escultor. Fue un maestro cercano, aportó y dejó una marca profunda en cada generación de estudiantes que llegaban a su taller.
● Marcela Romero Alcántara es una destacada escultora que maneja principalmente el bronce. Ella empezó con el maestro Cano en los talleres de la Universidad tomando clases de dibujo del natural, particularmente, figura humana.
Durante casi veinte años el escultor Fernando Cano impartió cursos semestrales de dibujo y escultura en el Centro de Actividades Culturales de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Los alumnos y alumnas que recibieron enseñanzas del artista plástico mexiquense, lo recuerdan como un ejemplo de constancia en el trabajo artístico y como un profesor que siempre impulsó la libertad y las posibilidades creativas.
El artista plástico Benito Nogueira —acuarelista destacado y Presea Sor Juana Inés de la Cruz, 2018— expresó que, para él, fue una experiencia positiva e interesante asistir durante dos años a los cursos en el taller del escultor, actividad a la que se acercó como un interés de aproximarse a la escultura y al dibujo con volumen; “y que mejor, para eso, que estar con el maestro Cano”.
“Hubo una identificación inmediata, pues coincidimos en la pasión por la escultura. La atmósfera que se vivía en el taller contagiaba a quienes aprendimos del maestro Cano”.
Nogueira lo calificó como un maestro de buen trato y de buenas maneras, que otorgaba la plena libertad de realizar el trabajo y resaltó que uno de los enormes legados de Cano fue la enseñanza a muchas generaciones de creadores plásticos: “Tuvo muchas generaciones trabajando en dibujo y escultura. Ese legado no se lo quita nadie, fue lo principal. Y, en la persona, como un hombre solidario que se identificaba muy bien con todos”.
A finales del año 2013 Fernando Cano recibió el doctorado Honoris Causa, máxima distinción que otorga la Autónoma mexiquense por su trabajo creativo, docente y de difusión de la cultura. Además, la galería de arte ubicada en el edificio histórico de Rectoría lleva su nombre.
Fue un maestro cercano a sus estudiantes, aportó y dejó una marca profunda en cada generación de jóvenes que llegaban a su taller. El creador plástico Antonio Sánchez Arzate rememora los días del aprendizaje con el escultor.
A partir de su ingreso al taller (hasta ahora ubicado en el parque Matlazincas y conocido de manera popular como El Calvario en Toluca), el maestro Cano detectó el potencial de Antonio Sánchez para la escultura y, en concreto, para la técnica del hierro forjado y soldado.
“Fue el impulsor para que yo me dedicara en gran medida a la escultura de hierro forjado y soldadura, técnicas en las que destacó el artista mexiquense. Además, me enseñó a manejar fundación y talla”. Lo que posteriormente permitió a Sánchez Arzate ser convocado para apoyar en algunos de los proyectos monumentales realizados por el escultor: “Yo creo que por la confianza que veía, que tenía cierta destreza, me llamaba regularmente”.
Sánchez Arzate consideró que Fernando Cano tuvo una absoluta capacidad para la enseñanza, nunca —agregó— se reservó para sí mismo la técnica escultórica que lo caracterizó y lo hizo ser un artista valioso.
“Fue un profesor muy cercano, compartido, que dejó una marca en sus alumnos y alumnas”, terminó diciendo.
Marcela Romero Alcántara es una destacada escultora que trabaja principalmente el bronce en su propuesta artística. Ella empezó con el maestro Cano en los talleres de la UAEM tomando clases de dibujo del natural, figura humana. El artista le comentó que tenía posibilidades de abordar la escultura. “Me encausó en esta técnica artística pues vio en mí habilidades. Siempre le voy a estar agradecida. Eso siempre lo tengo presente en la cabeza y en el corazón”.
Como profesor guiaba. Fue una persona sensible que se distinguió por su actitud para impulsar a los alumnos a darle el sentido artístico a una pieza y su función al transmitir un concepto o un mensaje, dijo.
Insistió en la disciplina creativa del escultor. “Nosotros íbamos una vez por semana al taller. Pero Fernando trabajaba los siete días de la semana en la producción de obra. Rescato toda su persona: fue un artista muy completo”. Y añadió: fue un ejemplo y una motivación. Cada día que yo llegaba al taller se respiraba ese entusiasmo, ese aire de recreación.
Fernando Cano Cardozo nació el 29 de mayo de 1939 en el municipio de El Oro, al norte del Estado de México y falleció el 6 de junio de 2018 en la capital mexiquense. Estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” y realizó investigación de obra plástica en España, Francia y Nueva York. Las técnicas con las que trabajó fueron hierro forjado y soldado, modelado en cera para fundición (a la cera perdida), modelado en barro para terracota, talla directa en madera y pintura.
Participó en 215 exposiciones individuales, 130 exposiciones colectivas, 87 trabajos especiales en El Oro, Campeche, Puebla, San Cristóbal de las Casas, San Luís Potosí, Aguascalientes, Monterrey, Zacatecas. Asimismo, para dependencias gubernamentales como el gobierno del Estado de México, la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, la Secretaría del Trabajo Federal, Petróleos Mexicanos, entre otros.
Coleccionistas han llevado su obra a lugares como Estados Unidos, Japón, Bélgica, Colombia, Perú, España e Italia. Fernando Cano Cardozo recibió más de 63 reconocimientos y distinciones, entre ellos, la Presea Estado de México en Artes y Letras Sor Juana Inés de la Cruz 2005.
La Máxima Casa de Estudios mexiquense publicó el libro El Carapálida, historias de un tal Vul-Cano, en 2017, para difundir un lado poco conocido del escultor: la escritura.
El artista plástico Benjamín Galindo Rangel destacó que el maestro Cano compartió enseñanza y su experiencia de vida, “nos marcó con su humanismo y continuamos con el trabajo, su enseñanza y sus valores”. El maestro sigue estando vivo en su obra y sigue viviendo en sus alumnos, señaló.