A fines del Siglo XIX los viajes trasatlánticos empezaron a ser comunes, pero había pocas personas fueran reconocidas a ambos lados del Atlántico y que pudieran ejercer su profesión casi en cualquier lugar. Una de esas personas fue la soprano mexicana Ángela Peralta.
Ángela Peralta nació en la Ciudad de México el 6 de julio de 1845. Empezó a cantar en público a los 7 años, estudió en el Conservatorio Nacional. En 1860, con tan sólo 15 años fue aclamada por su voz en la opera El trovador. Buscando el máximo rendimiento para su voz viajó a España, en donde estudió con los mejores maestros de la época y empezó a presentarse en teatros importantes de Europa. El 23 de mayo de 1862 fue ovacionada en la Scala de Milán por su interpretación en Lucia de Lammermoor. Es legendaria su interpretación de La sonámbula ante el rey Víctor Manuel II, en esta ocasión salió a recibir ovaciones 32 veces. Desde esa fecha no dejó de hacer giras por Europa y hasta Egipto. Regresó a México invitada por el Archiduque Maximiliano, cantó y fue aclamada por el público mexicano el 20 de noviembre de 1865.
Por su maestría vocal y la gracia de sus interpretaciones recibió el sobrenombre de El Ruiseñor mexicano. Desde 1865 hasta 1882 se movió entre Europa y México, en Guadalajara inauguró el Teatro Degollado. Además de cantar, fue arpista y compuso numerosas piezas románticas que siguen siendo interpretadas. En 1883, después de una gira por el norte del país llegó a Mazatlán, en donde se declaró por esos días, una epidemia de fiebre amarilla. De los 80 miembros que formaban la compañía de ópera murieron 74, incluyendo a Ángela Peralta. En su lecho de muerte la cantante se casó con el que era su amante Julián Montiel y Duarte. En su honor la ciudad de Mazatlán le dio su nombre al que hasta entonces era el Teatro Rubio.