Del 30 de junio al 2 de julio de 2021, fue convocado por ONU Mujeres, y copresidido por México y Francia el Foro Generación Igualdad en Paris. Como parte de la agenda “feminista” del Gobierno de México, el presidente López Obrador subrayó la importancia de combatir la desigualdad de género y el machismo, así como luchar por la justicia y la igualdad económica y social: “Qué importante hablar de la igualdad de género. Desde luego, somos iguales hombres y mujeres, y debemos seguir combatiendo el machismo.”
En la agenda de este foro se presentó el Plan de Aceleración Global para la Igualdad de Género, el cual incluye las acciones y compromisos que guiarán los trabajos de los próximos cinco años. Esta iniciativa constituye un esfuerzo para equilibrar la carga de cuidados que ha obstaculizado las oportunidades económicas de las mujeres.
Sin embargo, considero importante entender que es igualdad de género y que es feminismo. El feminismo en América Latina como movimiento político y social surge en los años de 1970, se le conoció como la segunda ola del feminismo, la primera se dedicó a impulsar el derecho al voto para las mujeres. En esta segunda ola, las preocupaciones sobre el feminismo surgían de mujeres pertenecientes a las clases medias, que comparaban las problemáticas de nuestros países “en vías de desarrollo” con las de los países más industrializados. Su manera de percibir las problemáticas era inadecuada para la realidad local. La percepción del feminismo en Latinoamérica, proyecta aquel venido de pequeños grupos de mujeres burguesas desconectadas de la realidad del continente.
A partir de los años 80, varios foros se llevaron a cabo, llamados “Encuentros”, el primero tuvo lugar en Bogotá, Colombia en 1981. Estas reuniones marcaron la estrategia, organización, teoría y las bases de la trayectoria política de este movimiento. El objetico era entrar en boga y que se percibiera a las mujeres en América Latina como “feministas”. La génesis de los “feminismos” en el continente nace de los periodos de regímenes militares, así como las democracias nominales, inmediatamente el feminismo se percibe como un movimiento de oposición. Su objetivo era desafiar al patriarcado y al paradigma de la dominación masculina al denunciar la explotación social, económica y política.
Estos feminismos argumentaban que las políticas en el continente tienen como raíz la fundación autoritaria de las relaciones patriarcales tanto en la esfera privada, en la familia, en la relación hombre-mujer, y en la opresión sexual de las mujeres. En los años 70s, la mayoría de grupos de oposición provenían de la izquierda del espectro político, solo que esta oposición fue dominada por hombres y sus prácticas sexistas, relegaron a una segunda posición a las mujeres dentro de los movimientos revolucionarios y progresistas del continente. Cuando se aceptaba abiertamente la participación de feministas, lo hacían para refugiarse en la idea que lo que la mujer hace es apolítico por naturaleza; entonces debía ser menos amenazador para la seguridad nacional.
La herencia de la izquierda en el feminismo latinoamericano pesa enormemente, se privilegia a la clase sobre el género y debido a la tradición marxista, solo se enfoca en el trabajo, al integrar a las mujeres en la esfera pública. Esto hace que surjan movimientos de mujeres o movimientos femeninos que responden a reivindicaciones pero que no cuestionan la manera como la mujer se inserta en el contexto social. Como, por ejemplo, están los grupos para orientar a las mujeres acerca de la crianza con apego, asociaciones de mujeres pro-lactancia, pro-aborto, “babywearing”, anti-vacunas en niños, entre otras.
Considero que en la actualidad existe una reticencia para adoptar el término “feminista” en cualquier política o movimiento y que se confunde con la igualdad de género. No se conoce realmente como surge y se confunde con los “movimientos de mujeres”. Estos foros si bien son importantes para seguir avanzando en la materia, muchas veces proyectan una imagen muy académica, teorizada, e intelectual; lo que impide una real comprensión de lo que se quiere lograr en términos de igualdad de género. Pensar en feminismo hoy en día se refiere a exaltar la feminidad, enaltecer el cuerpo de la mujer, exagerar el derecho a la determinación sexual, dirigirlo a temáticas de orientación sexual y aceptación corporal, denunciar el canon de belleza, odiar al patriarcado per se, entre otras maneras de mostrar, por ejemplo, como el tinte en el vello corporal es “feminista”.
Es sustancial seguir avanzando en las temáticas de igualdad de género, seguir comprendiendo que es parte de un sexismo moldeado por un sistema de valores que favorece los intereses económicos, políticos y que requiere conservar el trabajo doméstico intacto para la supervivencia de todo este sistema. Sería interesante repensar como habría igualdad de género sin querer que las mujeres trabajen “igual” que los hombres ya que por realidad biológica no son comparables; y que tampoco somos mejores que los hombres. Queda mucho trabajo para empatar una igualdad de género, y menos se logrará si se sigue creyendo que una mujer es un “duplicado” de un hombre y que busca ser “hombre” porque es la única manera de tener una estabilidad económica.
Araceli Fuerte Carbajal