La semana pasada Guillermo Garat publicó en El País un excelente artículo sobre la guerra contra las drogas en Latinoamérica, mismo que tituló: “La guerra contra las drogas: medio siglo de derrotas para América Latina”. En el artículo, Guillermo narra cómo a 50 años de que el pillo del Nixon declarase la guerra contra las drogas en los Estados Unidos, los países latinoamericanos lo único que han hecho es pagar los platos rotos. Y nada ha mejorado a este respecto, al contrario, las cosas han empeorado: cada vez se drogan más personas en el continente americano (no únicamente en los Estados Unidos), las drogas se han abaratado en términos reales, las drogas disponibles actualmente son más destructivas y adictivas que las de hace 50 años, los cárteles de drogas han dado paso al crimen organizado en la mayor parte de los países latinoamericanos, sus gobiernos de la región devienen profundamente más y más corruptos e impulsores de la impunidad, las bandas de narcotraficantes son cada vez más violentas, las muertes por sobredosis en los USofA se ha ido incrementando sin tregua, el flujo de dólares de los USofA hacia el sur del continente es abrumador (dinero utilizado por el crimen organizado para comprar armamento bastante temerario y también comprar cínicamente a policías, políticos, militares, gobernadores, legisladores…), etc.
Quizá lo que no ha cambiado es que el gobierno estadounidense sigue echándole la culpa de las crecientes montañas de drogadictos estadounidenses a los países latinoamericanos. La política estadounidense de atacar la oferta a cualquier costo y a través de cualquier medio fuera de su territorio es prioritaria ante la opción de atacar la demanda doméstica de una manera eficiente. Al drogadicto gringo generalmente se le da una nalgadita y se le dice que por favor ya no lo haga, que le diga “no” a las drogas… Mientras que de México para abajo del continente se da un proceso de putrefacción social, infestado con sobredosis de corrupción e impunidad, y coronado con cientos de miles de muertos que se desparraman por todos lados.
En señalamientos directos o indirectos a México, Guillermo asienta los siguientes puntos:
“Solo en México, la Fiscalía General estima que hay 37 carteles dedicados al rubro. Varios operan en los países productores y algunos trabajan en todos los continentes; valiéndose de criminales locales inyectan dinero a las economías informales…”
“Las cuentas de la guerra contra las drogas no cierran nunca, pero nadie las rinde. Los investigadores académicos advierten sobre la mala calidad de la información que recolectan los países y la falta de acceso a indicadores básicos. Se estima con metodologías fácilmente cuestionadas por sus frágiles supuestos y débiles conclusiones. No hay datos transparentes. Ni auditorías independientes sobre los resultados de la inversión en seguridad o los resultados sociales”.
“Entre 2006 y 2012 México gastó 39.000 millones de dólares en políticas antidrogas. Nueve de cada 10 dólares fueron para salarios de jueces, militares, policías y armamento. El reinaugurado Hospital General de México costó 40 millones: se podrían haber hecho mil hospitales”.
“El sistema judicial latinoamericano es selectivo. En 2016, México tenía 211.000 personas privadas de la libertad: seis cada diez estaban por delitos de drogas. El 75% de este grupo, por pequeñas cantidades. Pero de 2007 a 2020 sentenciaron apenas a 44 personas por lavado de activo en el país-sede de los grupos criminales más conocidos”.
En Tlaxcala, los jóvenes reclutados por el narcotráfico “asaltan trailers, roban materiales, huachicolean y hacen de halcones. Cobran 250 dólares por noche en vela. Una cifra imposible en la economía formal”.
“El expresidente mexicano Felipe Calderón prometió, como todos los presidentes, que la “guerra” era para que la droga no llegara a “sus hijos”. Pero desde 2007, un año después de que declarase la guerra total contra el narco, la esperanza de vida en México comenzó a declinar y el homicidio se convirtió en la principal causa de muerte de personas entre 0 y 24 años en el país. Una tendencia que Colombia repite mucho más cruda: allí mueren 153 jóvenes de 20 a 24 años por cada 100.000 habitantes. Uno de los indicadores más crueles son los 30.000 niños que perdieron a uno o sus dos padres y quedaron huérfanos hasta 2010 en México, según números válidos para la OEA”.
“Amnistía Internacional dice que la tortura en México está fuera de control. Entre 2000 y 2005 México computaba entre 200 y 300 denuncias formales por este crimen. Entre 2006 y 2014 hubo 11.608 quejas por malos tratos y torturas. La crisis en México y Centroamérica desparramó la violencia en el continente desde 2006, dando liquidez a unos 70.000 integrantes de pandillas en siete países, desapareciendo a 60.000 personas en México, desplazando 346.945 mexicanos entre 2006 y 2019 y promoviendo una escalada de ejecuciones…”
Y así por el estilo…
Yo me pregunto: ¿Será posible que en el transcurso de los últimos 50 años los mexicanos no nos hallamos dado cuenta que esta política gringa de guerra contra las drogas nada más nos destruye sistemáticamente como Estado-nación? Y aquí sólo hay una de tres: 1) El gobierno y sociedad mexicanos están idiotas o 2) se hacen los idiotas o 3) un poco de ambos…
En relación a la primera hipótesis, me niego a creer que tanto el gobierno como la sociedad estemos los dos idiotas. Está bien que la educación del mexicano promedio está por los suelos y que el continuo deterioro del nivel y calidad de vida nos orille a hacer lo impensable para sobrevivir (lo cual no es estar idiota), pero eso de que para nosotros sea normal que más del 97% de los crímenes no se resuelven en el país, que el 99% de los centros penitenciarios estén bajo el control del crimen organizado, o que existe más del sesenta por ciento de territorio nacional donde el gobierno formal no gobierna ni de relajo y donde el funcionamiento a nivel de Estado-nación queda a cargo del crimen organizado, que la mayoría de los niños salgan de primaria sin saber leer ni escribir… Pues ha de haber una explicación por algún lado.
Y es aquí donde entran la segunda y tercera hipótesis: El gobierno y la sociedad que se hacen los idiotas, pero no lo son. Ciertamente, los muy vivos no lo son ni todo el gobierno, ni toda la sociedad, sino una minoría poderosa del país. Aquellos que han generado intereses muy poderosos y también cuentan con el poder para defenderlos, los que tienen el sartén por el mango. Tanto los capos del crimen organizado como sus empleados financieros, sus políticos, sus militares, sus sicarios, sus autoridades, sus policías, sus legisladores, sus cuentas en el extranjero, sus propiedades que producen droga, sus negocios, sus consumidores gringos, etc. Porque dirán misa pero en este país, y otros de Latinoamérica, los que mandan son los patrones.
Estos grandes businessmen y businesswomen mueven los hilos de lunes a domingo en la región y hasta se ven beneficiados de las grandes transferencias de dinero del gobierno gringo para el combate al narcotráfico, mediante la gran corrupción que impera en los gobiernos receptores. Y ahí tenemos los miles de discursos que constantemente se ofrecen públicamente para justificar políticas a todas luces irracionales, mismas que producen más y más muertos y no resuelven nada, al contrario, se protegen los intereses creados y se evita que se combata el tráfico de drogas con soluciones que al menos no producen tantos muertos.
Soluciones como 1) Enviar diplomáticamente al carajo a los gringos en su política fallida de combate a la oferta de drogas. 2) Invitarlos a que se ocupen de sus propios problemas: combatir al narcotráfico seriamente en su propio territorio. Los millones y millones de drogadictos que ellos tienen es un problema se seguridad nacional. Y ni modo que nosotros, el tercer mundo en apogeo, también les resolvamos ese problemón a los papitos. Guillermo pone el interesante ejemplo de Bolivia a este respecto. 3) Echar a andar una política seria, racional y coherente de legalización de las drogas, al igual que muchos estados de la Unión Americana lo han hecho. ¡Basta ya de pseudo legalizaciones chafatronix, patrocinadas por puro payasito de circo barato!
A 50 años de que los estadounidenses decidieron aventarnos al muerto es importante no nada más darse cuenta que el muerto ya apesta, sino que también hay que hacer algo al respecto. Más prohibiciones, más balazos y más violencia es echarle fuego al fuego. Ese modelo no funcionó, ni funciona, ni funcionará. Los grandes retos sólo se resuelven con grades soluciones. Más de lo mismo es pura pérdida de tiempo y de vidas. Reflexionemos y sustituyamos las reacciones por las acciones… los discursos salen sobrando.