En el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) pude ver desde dentro que significa, para el presidente la elección de medio término que es cuando se renueva la Cámara de Diputados.
Desde el primer día que gana la elección un presidente empieza un proceso gradual de acrecentar su poder. Llega a la cima en el tiempo de los comicios, para elegir diputados federales.
A partir de ese momento inicia un proceso gradual de pérdida de poder. Comienza el declive. El presidente pasa a ser el que ya se va. Cada día que pasa es uno menos.
Al interior de su equipo, también de cara a los actores externos, se empieza a ver quien será el próximo presidente, todavía faltan tres años, pero la disputa se instala.
Da principio, entonces, así ha sucedido por lo menos en los últimos ochenta años, el juego interno por la sucesión presidencial. ¿Quién sigue?
En el grupo cercano del presidente da comienzo la lucha por la sucesión. No hay excepciones. Así ya empezó a suceder en el gobierno del presidente López Obrador (2018-2024).
Por su manera de ser y de pensar es muy probable que no se de cuenta de esta realidad, pero ya está presente. Su gobierno no es diferente a los anteriores. La historia se repite.
Existe la posibilidad de que hasta el final conserve la capacidad del dedazo y elija como candidato a quien quiera. Esos eran los usos y costumbres en los gobiernos del PRI de donde procede el presidente.
Esto, con todo, no evita la lucha interna por el poder. Ya inició. Así ha sido antes y ahora también. Los bandos en disputa, cada uno con su candidato, hacen todo lo que está en sus manos, para asegurar su triunfo.
Esa contienda abierta no estaba presente, aunque era latente, en los tres primeros años de la gestión presidencial. Ésta se desata cuando comienza el segundo tramo del gobierno.
Los candidatos en disputa van a tratar de quedar siempre bien con el príncipe elector y harán todo lo que esté a su alcance, para congraciarse con él. Ya lo estamos viendo. El poder del presidente ha entrado en declive, ya se va.
Twitter: @RubenAguilar