El pasado domingo 6 de junio México vivió las elecciones más grandes de la historia del país, no sólo por el número de electores sino también por el de dirigentes a ser elegidos; 15 gobernadores, 500 diputados federales y unos 1,923 ayuntamientos o alcaldías, junto a otros cargos locales, que suman más de 20 mil puestos de elección popular.
Durante las campañas electorales, como es de esperar, me tocó presenciar diversos discursos de muchos candidatos, hoy, algunos de ellos con el brazo levantado, victoriosos de una jornada muy complicada que se caracterizó nuevamente por la violencia –por lo menos 89 políticos o candidatos a cargos públicos asesinados desde septiembre de 2020–, violencia que demostró la fragilidad del estado de derecho mexicano, y el medio ambiente fue para muchos un tema a destacar, sin embargo, las promesas para resolver los diversos conflictos ambientales que se viven en nuestro país pasaban de ser un discurso populista sin fundamentos o soluciones reales –simples placebos– a simples cuentos de fábula, y en el mejor de los casos, buenas propuestas pero sin metas alcanzables, donde era evidente que se provocaría más daño que resolver la problemática ambiental.
Es por ello que me permito ser porta voz y recordarles a todos los candidatos ganadores que: México pierde anualmente más de 128 mil hectáreas debido a prácticas ilegales como; el cambio de uso del suelo, la tala clandestina e incendios forestales, entre otros. Esta destrucción y deterioro de los ecosistemas es la principal causa del cambio climático y pérdida de biodiversidad. Al transformar selvas, bosques, matorrales, pastizales, manglares, lagunas, arroyos y arrecifes, en zonas urbanas, centros industriales, áreas turísticas, petroleras, mineras, campos agropecuarios, granjas camaroneras, presas, carreteras, etc.
De acuerdo a las últimas estimaciones, en México se han perdido alrededor del 50% de los ecosistemas naturales. Las principales transformaciones se han llevado a cabo en las selvas, bosques, pastizales y manglares. Los ecosistemas más accesibles, productivos y con mejores suelos han sido los más perturbados. Los remanentes existentes se han salvado ya que se encuentran en lugares poco accesibles o poco productivos.
Los ecosistemas forestales proveen servicios ambientales vitales para los seres humanos, como; la regulación del ciclo hidrológico, la disponibilidad de agua, el control de la erosión, al igual que bienes maderables y no maderables, hábitat de la vida silvestre, alimentos y productos medicinales, que son estratégicos para el desarrollo colectivo social y económico de nuestras comunidades y representan una de las principales oportunidades para la mitigación del cambio climático y calentamiento global.
Un dato perturbador es que en las áreas forestales habitan aproximadamente 10.9 millones de personas, todas ellas en condiciones de pobreza y marginación, y una tercera parte, es decir, el 35% de la población es indígena, y experimenta pobreza extrema. De continuar con la destrucción de los ecosistemas forestales, el rezago social y abandono será más grande, imposible de solucionar, ya que no habrá políticas públicas que puedan revertir esta problemática.
Otra cuestión es el crecimiento urbano, México se ha caracterizado por ser extensivo, desordenado y desmesurado, lo cual ha acarreado un conjunto de conflictos e incertidumbres en detrimento de los niveles de vida de la población, dicho crecimiento apresurado ha rebasado sus límites políticos, ciudades en progresión que han absorbido a poblados vecinos, convirtiéndose en suburbios de ella, dando origen a lo que se conoce como conurbación, además de que muchas de las construcciones se han extendido dentro de zonas verdes –áreas naturales–. Crecimiento que ha provocado que las ciudades mexicanas se conviertan en escenarios improvisados de modelos y de políticas urbanas insostenibles, que lo único que han fomentado es; la desigualdad, el crecimiento de la pobreza, la discriminación social, la delincuencia, carencia de servicios, vulnerabilidad, etc., en pocas palabras, se ha fomentado el rezago social.
La contaminación atmosférica representa un importante riesgo para el medio ambiente y para la salud pública, dicha contaminación contribuye al calentamiento global con las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI). La contaminación del aire afecta la capacidad respiratoria, enfermedades cardiovasculares y favorece la acumulación de plomo, que puede producir insomnios, pérdida de peso y problemas motrices.
El derecho a tener agua potable y saludable significa tener el agua necesaria para cualquier tipo de actividad, desgraciadamente México es la segunda nación en América Latina que presenta un alto nivel de estrés hídrico –esto se refiere a que la demanda de agua sobrepasa la disponibilidad existente–, consumimos entre el 40 y 80% de nuestras reservas de agua anualmente. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más de 44 millones de mexicanos no tienen en sus hogares dotación diaria de agua. Ahora bien, se presenta otro problema en la disminución de la disponibilidad natural de agua, y es el cambio climático, se espera que en los próximos años aumente la temperatura y haya un descenso en la precipitación, lo cual provocaría que todas las regiones estén un poco más secas de lo que están actualmente.
La basura es otro problema ambiental que enfrenta México, hace diez años, un habitante producía 0.7 kilogramos de basura al día. Hoy, cada uno de los más de 130 millones de mexicanos produce 1.6 kilogramos, basura que no se maneja de manera adecuada, el 87% de los tiraderos de basura son a cielo abierto y 13% son rellenos sanitarios. En México se separa diariamente 11% de la basura recolectada; 46 de cada 100 hogares separan la basura. Problema que crece por la apatía ciudadana y la ineficacia gubernamental para establecer programas y leyes que hagan responsables a todos sobre esta situación. No sólo se trata de un incremento en la cantidad de basura, sino también de un cambio importante en la calidad, antes se trataba de un volumen formado en su mayoría por desechos orgánicos, hoy en día los residuos generados son más voluminosos y no biodegradables, con un mayor contenido de sustancias tóxicas.
La modificación, fragmentación y destrucción de los ecosistemas pone en grave riesgo la continuidad biológica y evolutiva de las especies silvestres. La expansión de la frontera agropecuaria, la falta de planeación urbana y las obras de infraestructura industrial, carretera, turística, etc., generan graves transformaciones ambientales, destruyendo hábitats enteros y con ello, la muerte de las especies silvestres que albergaba. También la liberación accidental o intencional de especies de flora y fauna invasora, colabora en la extinción de especies nativas y endémicas. Esto se debe a que carecen de sus depredadores naturales, transmiten enfermedades y compiten por los recursos, desplazando a las especies nativas y condenándolas al fracaso biológico y evolutivo.
El tráfico Ilegal de especies de flora y fauna silvestre es otro factor que se relaciona con la extinción de las especies, en los últimos años se ha presentado un creciente índice de comercialización -utilizando a la Web cómo herramienta- ilegal de especies silvestres ya sea de ornato o cómo mascotas, entre las que se destacan; pericos, primates, aves, peces, anfibios, reptiles, orquídeas y cactáceas. Del mismo modo podemos mencionar que la caza y pesca ilegal -furtiva, deportiva, de subsistencia y pesca comercial- son otro factor que impacta a las poblaciones, ya sea de forma directa o incidental, actualmente se estima que más del 2% de la fauna mexicana está en riesgo de extinguirse.
Conflictos ambientales que dañan no sólo a los recursos naturales, la salud humana también se ve seriamente comprometida; la contaminación del agua y del aire incide en la salud de la población, la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de vida silvestre -en concreto el tráfico ilegal de fauna silvestre- son los causantes de la aparición de epidemias y pandemias.
Los conflictos ambientales afectan el bien común y la calidad de vida. El bien común es una responsabilidad del estado, actuando como representante del bienestar de todos los ciudadanos. Por ello, el diseño de las políticas públicas que busquen una transformación o una solución a los conflictos ambientales deberá ser de alta especialidad, responsable y con amplios fundamentos técnicos y científicos, de lo contrario, no lograrán reducir las diferencias en la sociedad y la crisis ambiental se acentuará provocando deterioros irreversibles.