Era una hermosa tarde de marzo, y mientras June Tatelman paseaba a su perro por su barrio de Boston, se sentía muy animada.Tatelman acababa de recibir su segunda dosis de la vacuna contra el covid-19 de Pfizer, y por fin se vislumbraba el fin de la pandemia. Tal vez pronto podría jugar con sus nietos y volver a su trabajo voluntario de ayuda a los niños en hogares de acogida. Quizá dentro de unos meses, cuando su marido cumpliera 75 años, podrían salir a un restaurante para celebrarlo.
Mientras caminaba, se topó con su médico de cabecera, que acabó con su entusiasmo rápidamente.
Para tratar los vasos sanguíneos inflamados de sus pulmones, Tatelman, de 73 años, toma un medicamento que suprime su sistema inmunológico. Su médico había leído estudios médicos recientes que sugerían que la vacuna podría no funcionar bien en algunas personas que toman medicamentos como el suyo.
El médico le pidió que se hiciera un análisis de sangre para comprobar si la vacuna había funcionado, es decir, si tenía anticuerpos contra el virus.
Se hizo la prueba y no tenía anticuerpos detectables contra el covid-19.
«Fue un shock total», dijo.
Tatelman estaba ahora llena de preguntas para su médico. ¿Sus bajos niveles de anticuerpos significaban que la vacuna no había funcionado? ¿Debía recibir una tercera dosis de la vacuna? ¿Debía reducir los medicamentos que suprimen su sistema inmunológico para que la vacuna tuviera más posibilidades de funcionar? ¿Había algo más que pudiera probar para que la vacuna contra el covid-19 le funcionara?
Hay muy pocos datos que ayuden a Tatelman y a su médico a responder a estas preguntas. Millones de otros estadounidenses también están tomando medicamentos inmunosupresores que podrían debilitar el efecto de la vacuna contra el covid-19, y se encuentran en un territorio desconocido, asustados, con razón, por la posibilidad de que sus vacunas no hayan funcionado.
Si sus vacunas no funcionaron, dependen de que el resto de la población se vacune.
Esto debería inspirar a las personas que no se han vacunado a arremangarse, dijo el Dr. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud este jueves a CNN.
«Incluso si crees que no lo necesitas, piensa en esto como una donación de tu propia buena voluntad a aquellos que son más vulnerables», dijo Collins. «Es la mejor esperanza que tienen».
Las vacunas nunca se prueban en personas con inmunodeficiencias
Aunque no hay una cifra clara de cuántos estadounidenses toman medicamentos que podrían suponer un desafío para la vacuna contra el covid-19, un nuevo estudio puede ayudar a alcanzar un estimado. En un artículo publicado el mes pasado, la Dra. Beth Wallace, reumatóloga, y su equipo de la Universidad de Michigan, registraron en una base de datos de más de 3 millones de estadounidenses cuántos tomaban medicamentos inmunosupresores.
De acuerdo con estos datos, Wallace calcula que unos 6 millones de estadounidenses toman inmunosupresores que podrían interferir con la vacuna.
Ella menciona que se trata de una cifra conservadora, ya que su base de datos no incluía a las personas que tienen Medicare y que podrían ser más propensas a tomar esos medicamentos. Su estimación tampoco incluye a las personas que toman corticosteroides orales, que podrían, en grandes dosis y durante largos periodos de tiempo, ser un problema para la vacuna.
Cuando las empresas farmacéuticas probaron las vacunas contra el covid-19 en ensayos clínicos el año pasado, excluyeron específicamente a las personas que tomaban medicamentos inmunosupresores.
Eso dejó a esos pacientes «en un aprieto», sin saber si las vacunas funcionarían para ellos, dijo la Dra. Kathryn Stephenson, especialista en enfermedades infecciosas y profesora adjunta de la Facultad de Medicina de Harvard.
Después de que la vacuna se hiciera pública, los investigadores empezaron a comprobar si funcionaba, o no, en personas inmunodeprimidas.
Algunas de las noticias han sido buenas
Un pequeño estudio realizado en la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí, en Nueva York, demostró que los pacientes que tomaban ciertos medicamentos para tratar la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn presentaban respuestas de anticuerpos «robustas» a la vacuna contra el covid-19 de Pfizer y Moderna. El estudio se ha publicado en un servidor donde se comparten borradores de artículos científicos antes de su publicación final.
Un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins demostró que a los pacientes con trasplantes de órganos no les fue tan bien. En el estudio de más de 650 receptores de órganos, que toman fármacos para suprimir su sistema inmunológico para evitar el rechazo de sus nuevos órganos, el 46% no tuvo respuesta de anticuerpos tras dos dosis de Pfizer o Moderna.
En otro estudio, la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington examinó a pacientes con afecciones como el lupus, la psoriasis y la enfermedad inflamatoria intestinal y descubrió que dos tipos de fármacos que tomaban, glucocorticoides y agentes reductores de células B, mermaban «sustancialmente» la capacidad de las vacunas de Pfizer y Moderna para generar una respuesta inmunitaria.
«Nadie preveía realmente que las respuestas a las vacunas fueran tan malas», dijo Stephenson, director de la unidad de ensayos clínicos del Centro de Virología e Investigación de Vacunas del Centro Médico Beth Israel Deaconess, sobre los estudios en conjunto.
La doctora dice que todos los días, los pacientes inmunodeprimidos inundan su consulta con llamadas y correos electrónicos preguntando qué hacer.
«Se ha convertido en una pregunta tan frecuente, en un tema de ansiedad para los pacientes, que la semana pasada tuvimos tres reuniones y conferencias y seminarios diferentes en los que se abordó y se trató de encontrar estrategias sobre qué decirles», dijo Stephenson.
Por ahora, ella y sus colegas dicen a los pacientes que no vale la pena comprobar sus anticuerpos después de la vacunación, porque en este momento es difícil saber exactamente qué nivel de anticuerpos equivaldría a tener protección contra el covid-19.
La Administración de Medicinas y Alimentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) también desaconsejan comprobar los niveles de anticuerpos. Varias sociedades médicas, como el Colegio Americano de Reumatología, la Sociedad Americana de Trasplantes y la Organización Internacional para el Estudio de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, dicen esencialmente que las pruebas de anticuerpos no responderán plenamente a las preguntas de los pacientes sobre si sus vacunas han funcionado.
«Para aquellos pacientes que no tienen anticuerpos o no producen una respuesta de anticuerpos tan robusta, aún no sabemos si estarán protegidos», según un comunicado de la Sociedad de Leucemia y Linfoma. «Hay otros tipos de inmunidad que pueden proporcionar protección. Las células inmunitarias conocidas como células T pueden desempeñar un papel en la capacidad de nuestro sistema inmunitario para protegernos contra el covid-19».
Los CDC desaconsejan administrar dosis adicionales de la vacuna a las personas inmunodeprimidas.
Montgomery es director del Instituto de Trasplantes de NYU Langone, donde él mismo recibió un trasplante de corazón en 2018.
Después de que una prueba mostrara que no había tenido «prácticamente ninguna respuesta» a dos dosis de la vacuna contra el covid-19 de Pfizer, Montgomery dijo que sintió una «profunda decepción» y obtuvo una dosis de la vacuna de Johnson & Johnson.
El doctor afirma que recibir una tercera dosis es «territorio desconocido», pero lo hizo porque está expuesto a pacientes con covid-19, y ha visto cómo los pacientes de trasplante inmunodeprimidos como él suelen enfermar gravemente cuando contraen el virus.