El término ‘baños de bosque’ se ha puesto de moda en las páginas de bienestar y tendencias, convirtiéndose en una práctica que numerosos estudios han referenciado. La teoría es sencilla: Dar paseos por el bosque mejora el estado de salud de quien los recorre.
No se trata de ‘abrazar árboles’ ni bailar desnudos alrededor del fuego, sino sencillamente de transitar por ellos, una actividad al alcance de todos que está repleta de beneficios, físicos y psicológicos.
Los ‘baños de bosque’ o Shinrin Yoku tienen su origen, como tantas otras terapias, en Japón. Su significado literal es ‘absorber la atmósfera del bosque’, concepto acuñado en los años ochenta cuando técnicos de la Agencia Forestal de Japón se marcaron dos objetivos: poner en valor los bosques del país -que cubren el 67% de su superficie-, y promover el contacto con la naturaleza en una población urbana que presentaba un elevadísimo nivel de estrés y ansiedad asociados al trabajo.
Los ‘baños de bosque’ o Shinrin Yoku tienen su origen en Japón y su significado literal es ‘absorber la atmósfera del bosque’
Hoy sus propiedades y beneficios, que son muchos, han irrumpido en la agenda de organizaciones de todo el mundo, como parques naturales y otras instituciones comprometidas con la salud, que no dudan en promover su práctica en sus entornos naturales más cercanos. En Japón es ya una práctica plenamente integrada: entre uno y dos millones de personas practican el Shinrin-Yoku según Yoshifumi Miyazaki, uno de los pioneros mundiales del estudio científico de los baños de bosque y autor del libro ‘Shinrin Yoku. Baños curativos del bosque’.
Es un paseo inmersivo por un bosque no transitado que se recorre de forma pausada con los cinco sentidos. No, no es un paseo ‘dominguero’ por la Carretera de les Aigües ni un picnic. Tampoco es imprescindible un bosque. Puede ser un espacio natural abierto. El requisito: dejar de lado la prisa. No hay que recorrer una distancia determinada y tampoco realizar un determinado esfuerzo físico, como lo requiere el senderismo -un baño de bosque puede llevarnos hasta cuatro horas para recorrer un kilómetro y medio-.
Un baño de bosque, por definición, es una excelente herramienta para desconectar de la rutina y los hábitos poco saludables asociados al sedentarismo. No es casual que se recorra en silencio, sin más estímulos que los que ofrece el bosque, aplicando todos los sentidos a los elementos naturales que encontramos por el camino. Su práctica fortalece el sistema inmunológico y reduce un buen número de ‘males’ urbanitas: las emociones negativas, los niveles de ansiedad y estrés, la tensión arterial y la incidencia de infartos.
Son las conclusiones a las que llegó Miyazaki junto con su colega Juyoung Lee, ambos de la Chiba University (Japón), tras testar estos paseos calmados en 600 personas. Entre aquellos que realizaron baños de bosque, la hormona cortisol descendió en un 12,4 %, al igual que la presión sanguínea, que bajó una media de 1.4%. Además, entre los que practicaron el Shinrin-Yoku hubo un descenso en la media de infartos de un 5,8 %.
Entre aquellos que realizaron baños de bosque, la hormona cortisol descendió en un 12,4 %, al igual que la presión sanguínea, que bajó una media de 1.4%
Regreso al bosque
El hecho de que el ser humano, tal y como señalaba Miyazaki, haya pasado el 99,9% de su evolución en ambientes naturales puede explicar también por qué fisiológicamente nos sentimos mejor cuando sincronizamos nuestros ritmos con la naturaleza. El bosque se convierte así en un elemento clave en la salud que, sin embargo, el ser humano está condenando a la desaparición. De ahí la necesidad urgente de cuidar y fomentar los espacios naturales que nos rodean, tal y como promueven cada vez más marcas comprometidas con la lucha del cambio climático.
El baño de bosque cataliza una máxima: lo que es bueno para la salud del ser humano lo es también para el planeta, como ponen en valor desde Zurich Seguros. Pero, precisamente, es la actividad humana la responsable de la deforestación o la pérdida de bosques y selvas que se lleva por delante 10 millones de hectáreas cada año según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Y si peligra el bosque, peligramos todos.
La actividad humana la responsable de la deforestación que se lleva por delante 10 millones de hectáreas cada año según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
Para garantizar la preservación de estos ecosistemas que revierten en nuestra salud y que son el hogar de millones de especies, la reforestación es el arma más poderosa y efectiva. Un objetivo que persigue uno de los proyectos más relevantes liderados por Zurich, la creación del Bosque Zurich, un proyecto de reforestación con gran impacto en la biodiversidad, con el que quiere proteger y mantener sanos los ecosistemas, reguladores del clima, ya que controlan catástrofes naturales, pero además absorben CO2.
El cliente se involucra en el proyecto ya que por cada producto contratado se plantará un árbol, con una previsión de unos 260.000 árboles hasta finales de año. El Bosque de Zurich da un paso más para alcanzar el objetivo que persigue la compañía: integrar decisiones y acciones responsables que, como el cuidado de los bosques, revierten en la mejora de la salud de las personas y el planeta.