Transcurría el año 1971 y México preparaba sus primeros instrumentos jurídicos para atender una crisis ambiental que se vislumbraba, se crea Ley Federal para Prevenir y Controlar la Contaminación Ambiental y para su gestión, la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente órgano de gobierno que cambió varias veces de nombre-. Política ambiental que se edificaba y durante los 80´s ya se reconocía una crisis ambiental, desafortunadamente la ausencia de reglas “objetivas” en la política ambiental no detenían el deterioro ambiental, en consecuencia se generaba confusión respecto de las responsabilidades y los mecanismos de acción.
Problemáticas que definieron un rumbo en la política, trasladando la atención al campo y a las políticas de vivienda y urbanismo, siendo el campo el eje de la política mexicana. La vivienda se convirtió en parte fundamental de la política social y tendría a su cargo una estrategia de contención de fricciones políticas, compensación social y creación de redes clientelares para el sistema político mexicano, estructura que provocó el crecimiento urbano desordenado y desmedido de población.
Como resultado de la crisis ambiental que imperaba, se presenta la primera contingencia atmosférica en la ciudad de México –año de 1986–. Ya en los 90´s se da inicio a una serie de reformas con una visión sustentable, sin embargo, la atención a las problemáticas regionales no era la correcta, las nuevas políticas ambientales tuvieron una construcción social, cuyo centro de conflicto y de creación de instituciones, recae en la crisis ambiental que hoy se vive mediante la idea o paradigma de la sustentabilidad.
Así transcurren estos 50 años de altos costos ambientales; la pérdida y fragmentación de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, aumento en la desertificación, cambios en las precipitaciones pluviales, aumento en la temperatura casi 4° centígrados, la presencia de nuevas enfermedades y la desaparición de glaciares –ubicados en los volcanes Pico de Orizaba, Popocatépetl e Iztaccíhuatl–, son sólo algunos de los daños irreversibles que se viven.
En el año 1976 el científico Stephen Schneider predijo por primera vez el calentamiento global, y en 1988 se reconoce finalmente que el clima es más caliente que antes, desde entonces diversos países apuestan y diseñan sus políticas para contrarrestar, prevenir y mitigar el calentamiento global.
Desgraciadamente las políticas ambientales en México han derruido totalmente la predictividad del futuro como extrapolación del presente y han introducido vitalmente la incertidumbre sobre nuestro futuro.
Una muestra de ello fue la noticia que un grupo de científicos mexicanos daban en enero de 2001, después de un sistemático proceso de evaluación sobre los glaciares mexicanos dieron por extinto el glaciar del Popocatépetl; el Iztaccíhuatl conservaba cinco de sus once cuerpos de hielo y el Pico de Orizaba se deshielaba lentamente. La noticia impactó y alertó al mundo científico, un verdadero fenómeno climático estaba sucediendo en México, encendiendo el semáforo de alerta, señales que no fueron atendidas de forma responsable por los actores de la política ambiental mexicana.
Veinte años después, el 22 de abril de 2021 fue declarado extinto el glaciar Ayoloco, ubicado en la cumbre del volcán Iztaccíhuatl, declarado extinto, fecha que quedará marcada como el inicio de una serie de desastres ambientales que están por venir y que vienen sucediendo. Ayoloco –que era visible desde el Valle de México – se extinguió en el 2018, pero dicho estatus fue certificado en abril de este año por expertos del Instituto de Geofísica de la UNAM, pero, por qué dos años después, tal vez porque existía una pequeña esperanza en los humanos.
Los glaciares alpinos se forman alrededor de los 5 mil 200 metros sobre el nivel del mar, masas de hielo que permanecen en las cumbres de las montañas y cuya importancia ecológica radica en la generación de agua dulce. Los glaciares son instrumentos altamente sensibles ya que son un indicador en el aumento de la temperatura global.
Los efectos sobre la extinción de glaciares será: la disminución de la cantidad de agua accesible para consumo humano y de la vida silvestre en la región, ya que aportan grandes volúmenes del vital líquido a los mantos acuíferos, de manera que si desaparecen los glaciares, simple y sencillamente disminuyen los flujos, y no habrá agua; aumentará la temperatura en la región, lo que hace que el clima cambie favoreciendo a la degradación de los suelos –desertificación –, pérdida de actividades productivas debido a la carencia de servicios ambientales y modificación de ecosistemas, poniendo en riesgo toda la vida que se desarrolla en él.
Ayoloco se extingue debido al calentamiento global, producto de las emisiones de gases de efecto invernadero, a la falta de políticas ambientales responsables y a la codicia humana, hoy resulta apremiante desarrollar las estrategias de resiliencia ante este cambio de ambiente. Trágicamente el glaciar del Pico de Orizaba ha venido retrocediendo de manera significativa, se estima que a este ritmo perdure dos o tres décadas más, y yo espero que aprendamos la lección.
El destino nos ha alcanzado, si diseñamos políticas ambientales retrogradas los escenarios no serán nada esperanzadores, sin embargo, como sociedad no podemos esperar a que estos cambios se den, debemos actuar ya, con responsabilidad y congruencia, ya que nuestro futuro está en nuestras manos.