A pesar de que nos encontramos en el siglo 21, donde las conexiones son más amplías y en principio el mundo se ha hecho más pequeño, el desconocimiento de las otredades está más presente que nunca.
No hay país del planeta en el que no exista racismo, ya sea bien entre los mismos pobladores originarios con un origen étnico distinto, ya sea porque hay grupos que provienen de fuera como lo son los menores de edad no acompañados que llegan a Estados Unidos o Europa.
Las tecnologías nos han conectado más, pero no ha mejorado nuestra comunicación, nuestro conocimiento y entendimiento mutuo sigue siendo muy limitado; volvemos a una especie de nacionalismos enquistados por la decepción democrática y el libre mercado, pero sobre todo por nuestra ignorancia y en cierta medida nuestros narcisismos arcaicos.
Dos hechos han marcado mi semana primaveral.
El primero, la codena de culpabilidad del asesino afroamericano George Floyd en Estados Unidos, hecho que celebro porque, aunque la violencia racial en Estados Unidos no acabará de la noche a la mañana, es un paso importante para la justicia “racial” a nivel internacional.
El segundo, la campaña política de la extrema derecha en la comunidad de Madrid -Vox- en la que se pueden mirar pancartas con fotos de personas originarias de África en la que versa la siguiente leyenda: “Un MENA (menor extranjero no acompañado) 4,700 euros, Tu abuela 426 euros de pensión/mes” y en su firma dice PROTEGE MADRID, VOTA SEGURO.
Esta pancarta ya ha provocado que se comience una investigación por parte de la fiscalía madrileña por el delito de “incitación al odio”.
Lo que más me preocupa de este hecho, además de que la extrema derecha esté presente en la sociedad europea, es que la gente termine por creer y caer en la trampa electoral basada en el miedo y la ignorancia. Es reprochable, como lo hizo en su momento Trump, lucrar electoralmente con la inmigración y el color de piel de las personas, sobre todo porque sabemos de sobra en lo que puede terminar este discurso de odio.
Dos ejemplos, que son las dos caras de la misma moneda; y así se mueven las diversas sociedades de nuestro planeta, mientras en algunas latitudes se avanza, en otras se dan pasos hacia atrás respecto a la integración, la diversidad y la tolerancia.
Emplear el miedo y a los excluidos para ganar elecciones son una práctica muy común en las diversas sociedades democráticas actuales, la crisis no es de la democracia o del libre mercado, es una crisis de valores que, si terminamos por perder del todo, estaremos entrando a una nueva época oscura para nuestras sociedades.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez @cgonblanc