Por Gustavo Cano
En la serie “Cosmos: Mundos Posibles” (2020) del Dr. Tyson, en el último capítulo, sale una niña en el año 2029 imaginando cómo se podría desarrollar el futuro, bajo el tema de cómo se sanó la tierra.
Y la niña apunta:
2033 – Primer contacto con ballenas azules. Canciones traducidas. ¡Están furiosas!
2035 – La Amazonia triplica su tamaño.
2037 – Por primera vez desde 1966 no hay ingresos en la lista de especies en peligro de extinción.
2040 – El décimo coloso de carbono se erige en la Ciudad del Cabo.
2042 – El último motor de combustión interna es donado a museo.
2045 – Los casquetes polares crecen.
2047 – Moluscos que comen plástico de desayuno, avanzan considerablemente en la limpieza de los océanos.
2050 – La temperatura global media regresa al nivel de principios del Siglo XX.
2055 – Física cuántica prueba que realidades múltiples son posibles.
2060 – Certifican como potable el agua del río Ganges.
2075 – La capa de ozono se recupera totalmente.
2080 – La tierra se recuperó de la revolución industrial.
De acuerdo al Dr. Tyson, todo lo anterior es posible, independientemente de la seriación de las fechas. También es indispensable lograrlo.
Es una visión optimista y sana del futuro del desarrollo humano.
También está la otra visión del futuro, la pesimista. De aquí al 2080 un planeta tierra en pleno colapso progresivo. Con temperaturas extremas, la fauna y flora del planeta en vías de extinción irreversible. Los ejércitos del mundo disputándose los pocos recursos naturales disponibles. El agua y la comida se convierten en artículos de lujo. Las tasas de natalidad en picada. Pandemia tras pandemia azotando a la humanidad. La contaminación del medio ambiente envenenando a diestra y siniestra. Un planeta con una capa de ozono destruida, lo que se traduciría en altos índices de cáncer de piel. Un planeta sin abejas. Hongos termonucleares por todos lados.
No hay manera de avanzar en el futuro sin sueños. Si la humanidad actual se la vive soñando lo que las redes sociales les indican soñar y su educación empeora progresivamente conforme su sed de consumo rapaz se incrementa exponencialmente… el futuro se inclina más hacia lo pesimista, con carácter de irreversible.
En México las cosas apuntan también rumbo al jardín obscuro y asfixiante de lo pesimista. La abrumadora mayoría de los que lean estas líneas ya no estarán vivos en el 2080. Probablemente la mayor parte de la humanidad tampoco. El desastre climático presenta consecuencias en el territorio de lo exponencial.
¿Se está a tiempo de librar el problemón que amenaza con la extinción de la vida como la conocemos en los próximos 100-200 años en la tierra?
Probablemente.
Yo me pregunto si en lugar de estar alucinando con pedir los datos biométricos para contratar una triste línea de un teléfono celular en uno de los países más corruptos del planeta, si en lugar de matar al prójimo por un puñado de mugrosos pesos, si en lugar de ser y comportarse corrupto hasta el tuétano, si en lugar de ponerse hasta las chanclas semana tras semana, si en lugar de que la religión se convierta en el falso profeta por excelencia, si en lugar de idiotizarse sistemáticamente con las redes sociales, si en lugar de preocuparnos y ocuparnos de nuestra propia salud…
Si en lugar de todo lo anterior, nos ocupásemos del futuro con acciones en el presente… ¿Dónde en México está la universidad del sol? ¿Dónde la universidad anti corrupción? ¿Dónde la universidad del desierto? ¿Dónde la universidad de las especies en extinción? ¿Dónde la universidad del agua? ¿Dónde la universidad del viento? ¿Dónde la universidad de los polos? ¿Dónde la universidad de la atmósfera terrestre? ¿Dónde la universidad de los hoyos negros? ¿Dónde la universidad de la física cuántica? ¿Dónde la universidad del universo de lo visible?
Más preguntas que respuestas, al menos por el momento.
Y a todo esto, ¿Por dónde empezar? Por la educación de nuestra niñez, obviamente. Pero hay que hacerlo ya, no hay tiempo que perder.