Por Isidro H. Cisneros
Uno de los temas más inquietantes del análisis político de nuestro tiempo consiste en caracterizar el rumbo que sigue México bajo la conducción de López Obrador. Se trata de un esfuerzo colectivo para trazar los parámetros de la “transformación política en curso”, que permita una adecuada comprensión de la dirección y las consecuencias que derivan de dicho proceso. Se suele afirmar que todo sistema político requiere de una base cultural de sustento y legitimación. Además, que la función de los intelectuales es la de someter a rigurosos análisis la realidad circundante y que su tarea no es la de justificar al poder político sino la de fomentar la crítica de la realidad existente. Como enseña el filósofo Michael Walzer, el intelectual debe siempre hablar en “voz alta” frente a los poderes constituidos porque en ello consiste la función de los intelectuales en la democracia. La concepción del intelectual como crítico del poder político deriva de la tradición ilustrada.
En este contexto, siempre con su estilo fresco y documentado, el profesor Roger Bartra ofrece en su última obra: “Regreso a la Jaula” (México, Debate, 2021), un certero análisis sociológico y politológico sobre el proyecto lopezobradorista. Afirma que el radicalismo del Presidente consiste en un salto al pasado y que estamos básicamente ante una reacción populista conservadora. Agrega que el proyecto político gubernamental consiste en un viraje hacia la derecha priista con el objetivo de regenerar el viejo sistema autoritario presidencialista. Esto explicaría el espíritu nacionalista que identifica a la denominada Cuarta Transformación que la ha llevado a encarnar sucesivamente en el Partido Nacional Revolucionario, el Partido de la Revolución Mexicana, el Partido Revolucionario Institucional y ahora en el Movimiento de Regeneración Nacional. Se refiere a los daños que el populismo conservador puede ocasionar a nuestra institucionalidad democrática establecida hace poco más de dos décadas, con lo que México quedaría sin los contrapesos necesarios para asegurar su libertad política.
El investigador emérito de la UNAM sostiene que el nacionalismo revolucionario institucional fue durante años la base política y cultural del autoritarismo que oprimió a México. Y que el líder populista que mandó al demonio a las instituciones es en realidad una criatura de esas mismas instituciones que se construyeron a lo largo del siglo XX. Paradójicamente, la institucionalidad que ahora rechaza es la misma que impulsó la sociedad civil durante nuestra compleja transición política. Alerta sobre la imposición de 32 comisarios políticos en los estados que representan directamente al poder central, lo que hace de Morena un partido oficial que, al igual que el PRI durante decenios, opera como apéndice electoral del gobierno. Concluye que una restauración plena como pretende AMLO es imposible después de la transición democrática emprendida por México y ante el nuevo contexto capitalista mundial, pero que existe el peligro latente de que el intento conservador de volver al pasado genere confusión política y un gran desorden social.
Desde que llegó al poder la 4T no ha sabido explicar los contornos, ni los alcances, de su proyecto político transformador. A ello contribuye el bajo nivel, la confusión y las contradicciones de sus representantes culturales quienes debiendo trabajar en la integración y socialización del mismo, ocupan su tiempo en predicar alabanzas a su jefe. Por ello, como bien afirma Roger Bartra si la “jaula de la melancolía” anunció el final de una época, ahora México está enfrentando un pujante intento por regresar a la vieja jaula del autoritarismo.