Por Gustavo Cano
Yo creo que el feminismo puede ser considerado como un movimiento en México. Al menos en un principio. Más allá de marchas violentas, pintarrajear esculturas, quemar puertas históricas y echarles llama a mujeres policías; además de que las fuerzas del orden más bien echan a andar el desorden al madrear periodistas, lanzar gases lacrimógenos y hasta balazos contra manifestantes… Y si a esto le agregamos que ciertos sectores de la sociedad latinoamericana llaman errónea e insultantemente feminazis a las que protestan el día internacional de la mujer. Más allá de todo eso, sí, hay un movimiento feminista en México.
Las razones que han detonado el movimiento son principalmente cuatro: en este país matan a las mujeres por el hecho de ser mujeres; violan y acosan sexualmente de manera sistemática a las mujeres; a las mujeres generalmente se les paga menos por el mismo trabajo que realizan los hombres; y las mujeres todavía no pueden decidir legalmente sobre sus cuerpos en relación al aborto a nivel nacional.
¿Cuál es el origen de toda esta problemática que afecta a la mujer mexicana? ¡Uy! Pues la respuesta me podría tomar decenas de artículos para medio elaborarla de manera comprehensiva y objetiva. Pero con el fin de plantear las cosas lo más clara y pragmáticamente posible, plantearé una respuesta preliminar dividida en dos.
Primo. El esquema cultural: machismo y cultura judeocristiana en acción. Lo primero deriva de lo segundo. En sociedades cristianas, más las católicas que las protestantes, el papel de la mujer ha sido históricamente pasivo y de culpa, pero no de responsabilidad. Se le plantea a la mujer claramente cuál es su papel en la religión y en la sociedad y sanseacabó. El mundialmente famoso machismo mexicano tiene un accionar mucho más pragmático a este respecto. El machismo es más bien operativo: el hombre le pega a la mujer; se gasta toda la quincena en borracheras épicas; el hombre tiene hij@s fuera del matrimonio; el hombre le dice a ella que se calle la boca y ella obedece; el hombre la menosprecia y la trata de tonta cuando generalmente el menospreciable y tonto es él; el hombre le dice cómo vestirse y ella se viste; la mujer tiene que dar santo y seña de dónde anda, mientras que el hombre no. Luego la mujer va a quejarse con el sacerdote sobre todo lo anterior y lo castrante de la relación… y el sacerdote la regaña y le dice que fue la cruz que le tocó cargar.
Secondo. Algo similar ocurre con las autoridades cuando las mujeres van a levantar una denuncia contra los hombres: las autoridades, en su mayoría masculinas, desestiman a la demandante, la insultan, se burlan de ella, atropellan sus derechos y en un descuido hasta la acosan y agreden sexualmente. El movimiento tiene sus raíces latentes en el primer punto, el de corte cultural, pero pasa a tener vida en cuanto el segundo punto, la actitud de las autoridades, encargadas de hacer justicia, hacen de todo, menos justicia.
En términos generales, los orígenes de un movimiento, cualquier movimiento, pueden ser de naturaleza simple o múltiple. Marchas grandes o pequeñas, protestas individuales, protestas anti algo o anti alguien, injusticias sistemáticas, e incluso protestas pro establishment que generan protestas anti establishment. Movimientos los hay conservadores, liberales, progresistas, fashionistas, de género, raciales y racistas, en defensa de la juventud o de la niñez, de exterminio…
Pero todos los movimientos, para ser exitosos, deben reconocer que hay cosas que pueden cambiar y cosas que no pueden cambiar en un determinado punto del tiempo y del espacio, esto es, en el hoy. Aquí el chiste es reconocer la diferencia y concentrarse en lo que uno puede cambiar, para después cambiar lo que aparentemente era incambiable al principio.
Un movimiento de desenvuelve desde adentro hacia afuera. Los cuatro primeros puntos garantizan una evolución confiable y consistente del movimiento. El último punto depende de las circunstancias:
- Un movimiento debe estar organizado. Sin organización un movimiento no llega lejos.
- Un movimiento debe tener objetivos claros. Un movimiento que tiene una serie cambiante de objetivos u objetivos difusos generalmente regresa al punto de partida.
- Un movimiento debe ponerle nombre y apellido a los sujetos-objetivo. Un movimiento que se dirige a entes abstractos o no sabe a quién dirigirse para que sus demandas sean atendidas con hechos concretos… está destinado a desaparecer.
- Un movimiento debe ofrecer victorias de manera continua, por pequeñas que éstas sean. Un movimiento que no ofrece victoria alguna en relación a sus objetivos desgasta y asfixia a sus integrantes.
- Generalmente es conveniente tener un liderazgo visible y preparado para lo que sea. Esto es muy relativo. Lo ideal es tener un liderazgo bien estructurado y visible, lo cual facilita mucho el flujo de poder y acciones de mando del movimiento pero, a veces, el poder contra el que se lucha es brutal, intransigente y autoritario, de ahí la conveniencia de mantener tipos de liderazgo poco visibles o clandestinos. Definitivamente, lo peor que puede suceder en estos casos es evitar contar con un liderazgo.
¿Dónde está México a este respecto?
- En México todo parece indicar que no hay una organización consolidada del movimiento. Lo ideal es ir trabajando desde el año pasado en aspectos como: Organizar un capítulo del movimiento por estado y legalizarlo de acuerdo a las leyes mexicanas. Organizar al movimiento por objetivos también es útil, aunque esto hay que hacerlo con cuidado. Crear un organigrama de funciones, responsabilidades y campos de acción. Estructurar las finanzas del movimiento: ingresos (¿de dónde va a salir el dinero para financiar el movimiento?) y egresos (¿en qué se va a gastar el dinero?), con la máxima transparencia y honestidad posible. Contar con un grupo de asistencia legal para que defienda a sus miembros con todas las de la ley y también para que capacite a sus miembros sobre los aspectos legales de sus movilizaciones. Contar con una sección de reclutamiento y movilización. Contar con una sección de relaciones públicas, que incluya principalmente las relaciones con los medios de comunicación masiva (nacionales e internacionales), informar y accionar en redes sociales, y que establezca asociaciones directas con organizaciones análogas en otros países, principalmente de Latinoamérica y los Estados Unidos. Y quizá lo más importante de todo: que cuente con personal capacitado de tiempo completo, lo cual implica estructurar un cuadro directivo, con cargos y obligaciones legales específicas.
En relación a este primer punto, creo que el movimiento feminista mexicano se está cultivando en su albor, lo cual es muy bueno, ya que el aspecto cultural del problema todavía tiene raíces muy profundas en la mayor parte de l@s activist@s mexican@s, sobre todo en relación a la conciencia sobre lo que se puede o no lograr en cualquier terreno de acción, siempre desde una perspectiva independiente. La mayor parte de las mujeres del movimiento que se toman en serio el aspecto organizacional van descubriendo que el único límite que realmente existe es el autoimpuesto.
- En México los objetivos están claros hasta cierto punto. Desde una perspectiva de movilización política, yo creo que el movimiento progresaría más rápido y profundo si considerase como objetivos concretos acabar con los feminicidios, las violaciones y la desigualdad salarial. El aspecto del aborto divide a las mujeres. En países católicos, las mujeres tienden a oponerse al aborto en cualquiera de sus formas o circunstancias. Un objetivo ampliamente divisivo para la sociedad difícilmente será un objetivo que movilice efectivamente a la sociedad. Esto no quiere decir que deba ser hecha a un lado la lucha a favor de decidir libremente sobre el aborto, simplemente hay que comportarse de manera estratégica a este respecto. También el aborto ya es legal en la Ciudad de México, lo cual le quita fuerza movilizadora a nivel nacional. Aquí habría que jerarquizar prioridades. Finalmente, “acabar con el patriarcado” es una lucha cultural muy válida, pero en términos de movilización política es un objetivo abstracto y desgastante.
- En México el movimiento feminista no tiene sujetos-objetivos (targets) claramente identificables. Hombres o mujeres, no importa: el movimiento avanzaría visiblemente conforme se dirige concretamente a alguien. Ya sea el Presidente de la República o un Primer Ministro, la Secretaria de Gobernación o una Ministra del Interior, el Fiscal de la República, tal o cual gobernador, tal o cual fiscal estatal, tal o cual jefe policiaco, legisladores clave, jueces clave o jueces corruptos, etc. Ir tras ellos, día, tarde y noche, de lunes a domingo, con formulaciones y propuestas concretas. En cualquier aparición pública del target… que se sienta la presencia del movimiento. Siempre actuando en la legalidad, eso es muy importante. Esta táctica generalmente presenta buenos resultados cuando es aplicada con paciencia y buena organización.
- Las victorias, por pequeñas que sean, son importantes. Victorias y darle seguimiento a lo logrado, eso le da vida continua al movimiento y va clarificando el camino a seguir, además de levantar ánimos a los integrantes de la organización del movimiento. También sirve para saber con quién se cuenta y con quién no se cuenta en la lucha. Las victorias deben estar completamente asociadas a los objetivos del movimiento. Si no, éstas distraerán el uso de preciosos recursos por parte de l@s organizador@s y al final acabarán peleando por todo, menos por los objetivos originales del movimiento. Esto último es esencial cuando el movimiento tiene objetivos difíciles de cumplir, como el caso mexicano, en el que parar los feminicidios, las violaciones (a las mujeres, niñas y ancianas), la paga desigual y legalizar el aborto parecen metas prácticamente imposibles de lograr de un día para otro. Little by Little, sí se puede, punto. Nada más hay que organizarse bien, para empezar.
- Actualmente un liderazgo que coordine el movimiento feminista mexicano en función de sus objetivos es poco visible y probablemente inexistente como un todo. El problema es cultural, pero no imposible de lograr. El mexicano promedio desconfía mucho de sus líderes por razones históricamente obvias. Los sindicatos generalmente son sinónimos de corrupción institucional y cooptación. La iglesia católica te dice qué hacer sin aceptar cuestionamientos, el ejército a quién obedecer y las redes sociales en qué idiotizarse. El gobierno es rey tuerto en tierra de ciegos. Una que otra universidad pública cultiva la formación de liderazgos, pero las privadas… ni de relajo o una vez cada diez o quince generaciones. El liderazgo, en este sentido, nace y difícilmente se hace.
Y créanme, la prohibición de personajes como Brozo, Pepe le Pú y la Bruja del 71 es importante, pero no tan importante como acabar con los feminicidios, violaciones y discriminación laboral que sufre la mujer mexicana de manera cotidiana. Ojo.