El Barcelona una vez más disputará una final de Copa dos años después. Necesitaba una remontada poco menos que milagrosa visto el 2-0 de la ida. Ganó, en la prórroga, por 3-0 después de que al gol de Dembélé a los 12 minutos no le siguiera hasta el 93′, alcanzándose el final del tiempo añadido, el 2-0 de Piqué. Y en el 94′, ya en la prórroga, la estocada de Braithwaite.
El efecto Piqué llegó en el último suspiro, cuando el Sevilla ya celebraba su clasificación y el central azulgrana, líder auténtico en orgullo y determinación, remató de cabeza, y con el corazón, un centro ya desesperado de Griezmann.
Gol. Euforia desmedida, vacío incómodo en una grada que habría celebrado con éxtasis el tanto. Y prórroga, la cuarta de este 2021 de un Barcelona que redondeó su remontada con un centro de Alba que remató Braithwaite apenas comenzada.
Al Barça le ha hecho ya efecto la vacuna de Koeman. El “estamos cambiando cosas” que tantas veces ha repetido en la sala de prensa el entrenador holandés ha dejado de ser una simple frase para convertirse en una nueva imagen del equipo, que ha tomado conciencia, nunca es tarde, de su propia grandeza y se ha rebelado contra la rendición.