Por: Samuel Prieto Rodríguez / Latitud Megalópolis
El regreso del presidente a las mañaneras el lunes 8 de febrero llegó sin nada que sorprendiera: arremetió, como es usual, contra el Reforma, El Universal y “otros medios” que no le son afines además de mostrar su renuencia usual al cubrebocas. “Ya no contagio”, su nuevo argumento.
Las redes sociales del gobierno festejaron desde el viernes previo la recuperación de López Obrador luego de que por fin dio negativo a la prueba de Covid-19 pero lo hicieron alterando un trabajo periodístico.
El caricaturista Rafael Pineda, colaborador de Milenio y El Chamuco, quien firma sus cartones como Rapé, tuvo que salir al quite.
De inmediato y como reguero de pólvora, amlovers justificando a su líder, haters señalando el papelón y críticos racionales comentándolo. Memes al por mayor.
Lo hecho por quienes manejan la comunicación gubernamental fue un evidente acto de piratería que además no es un error único ni un hecho aislado sino una reincidencia. En la ocasión anterior, el propio presidente de México fue el perpetrador del escándalo. Durante su conferencia ‘mañanera’ del martes 22 de diciembre, arremetió contra Joaquín López-Dóriga.
“Y también para no darle motivo a los conservadores y a la prensa fifí para cuestionarnos ¿no? Porque no les gusta nada de lo que hacemos. Porque es como una caricatura que vi ayer de Hernández, ¿por qué no la pones?, que es buenísima: ‘AMLO malote, regrésame el chayote.’ Ya, quítenla. Entonces, bueno, hay libertad, ¿verdad? Esto no es ningún insulto”.
Igualmente el monero autor, en este caso José Hernández quien publica en Proceso y La Jornada, hizo lo que tenía que hacer: salió a corregirle la plana al presidente aunque es pública su afinidad con él.
Claro, Joaquín López-Dóriga no se quedó callado: “utilizando tiempos y medios públicos para agredir a un periodista, a este periodista, cuando el problema, presidente, no soy yo, para una mayoría es usted. Pero había que distraer de muertes y dislates sanitarios. Muertes por Covid y muertes por violencia. (…) Yo quiero decirle al presidente que jamás me he burlado de él como él se burló ayer de mí, que nunca le he faltado al respeto como él me lo faltó ayer, que nunca lo he caricaturizado como él lo hizo ayer con dibujo ajeno y recortado, manipulado. Esa fracción de video, esa intervención, fue movida en redes por el jefe del sistema de radiodifusión de López Obrador, Jenaro Villamil, vía sus granjas para colocarlo como TT en Twitter y echando a andar a su jauría, quedando la huella de su origen ¿por qué? Porque ya todo tiene huella, y de los bots que paga su gobierno”.
¿Uso de medios públicos? Sí, claro. La conferencia mañanera suele ser transmitida en vivo por varios de ellos.
En otros momentos, la guerra mediática se traslada al terreno de los seguidores y detractores. Durante diciembre, la comentarista Estefanía Veloz tuvo dos encontronazos con periodistas críticos de la 4T. La controversia mayor surgió del hecho de que el origen del golpeteo se dio en el segmento La Mala Fe que Veloz encabeza en el programa De Buena Fe en el Canal Once, que es un medio público.
El 8 de diciembre, el primer catorrazo: “Entre los ejemplos más recientes de información falsa está el de Héctor de Mauleón, columnista de El Universal. Este periodista replicó en Twitter el caso de una persona que pedía ayuda porque ningún hospital recibía a su hermana enferma de Covid, que presentaba un nivel de oxigenación de 20 por ciento. De Mauleón reportó esta situación a sus más de 350 mil seguidores y transmitió su indignación pero lo que no hizo fue constatar la veracidad del caso. (…) Para los periodistas como De Mauleón las mentiras valen más que la verdad mientras se ajusten a sus intereses personales porque de otra forma no se entiende su mala fe”.
Más allá de la opinión de Veloz sobre falta de rigor en el retweet de De Mauleón, la discusión que se generalizó fue sobre el uso de los medios públicos para atacar a periodistas críticos del gobierno. ¿Es necesariamente así? Independientemente de filias y fobias, se entiende axiomáticamente que un comunicador tenga libertad de expresión aunque trabaje en un medio privado o uno público. En realidad no
hay evidencia real de que Estefanía Veloz reciba instrucciones de atacar por estrategia institucional aun cuando reciba un ingreso por su trabajo, lo que hace todo comentarista.
La solidaridad con Héctor de Mauleón llegó de muchos, incluyendo otros líderes de opinión como Víctor Trujillo: “Disculpen ustedes. En 35 años de hacer televisión profesional, nunca vi un petardo ‘de opinión’ tan deleznable, ni una lectura tan lastimera del prompter. Mi total solidaridad con @hdemauleon”.
Casual o causalmente, dos semanas después el tiro al blanco de Estefanía Veloz se trasladó justo a Trujillo: “Criticó en su espacio dentro del portal LatinUS que el plan de vacunación del gobierno mexicano no considere la participación del sector privado. Se mostró suspicaz con esta medida pues cree que cabe la posibilidad de que las vacunas sirvan como instrumento político para favorecer al proyecto del presidente en las elecciones del próximo año. (…) Tal vez su percepción está subordinada a un anhelo de retorno a sus tiempos de régimen corrupto. Como sea, en los 35 años que lleva haciendo televisión profesional, nunca se le había visto actuar de tan mala fe para ganarse una risa enlatada”.
La discusión sobre si obtener ingresos por trabajar en un medio público obliga a un periodista a ser oficialista se extendió a Miguel Arzate, reportero del Canal 14 del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, luego de que preguntó al presidente en una ‘mañanera’ su opinión sobre la coalición del PAN y el PRI para las elecciones de 2021.
El INE envió al jefe del SPR, Jenaro Villamil, un requerimiento de información sobre el contrato laboral, honorarios y prestación de servicios de Miguel Arzate. Pero, en serio, ¿eso acredita realmente una estrategia institucional de propaganda oficialista?
Algo lamentable es que fue otro comunicador reconocido por su fobia al gobierno actual el que azuzó el linchamiento contra Arzate con esa idea en las redes sociales.
Seguramente todas las posiciones tienen su dosis de razón. ¿Por qué no mejor dejar a un lado los desplantes viscerales y regresamos al rigor de los datos duros y el análisis fundamentado para el debate público? No es tan efectista ni impactante pero la discusión tomaría el nivel y la calidad que debería tener.