Una proyección de The New York Times dice que, al paso que vamos, todos estaremos inmunizados en ocho años y nueve meses
¿Cómo logró Israel ser el país que está vacunando más rápidamente a toda su población contra el COVID-19? Con previsión y negociaciones fuertes frente a las farmacéuticas, no sólo con dinero en mano, sino con tratos de beneficio mutuo.
Su sistema de salud es universal y todos tienen un expediente médico electrónico, lo que permite recolectar datos rápida y confiablemente para medir la eficacia de las vacunas a cambio de un programa acelerado de inmunización que inició tan rápido como el 20 de diciembre. Así, cerró enero con 56.28 dosis aplicadas por cada 100 habitantes.
Mientras Israel previó y echó a andar su estrategia, en México la autoridad no creyó que esto fuera a desbordarse. Se debatía el uso del cubrebocas, que el doctor Hugo López-Gatell ha desestimado. No se hicieron pruebas inmediatas y quien la pedía debía pagarla. Hasta hoy, sólo 33.11 de cada mil se han realizado una. Nada más India hace menos. Muchos asintomáticos andan por ahí, contagiando sin saberlo. Las cifras de fallecidos no cuadran, el censo del Inegi develó 45 por ciento más.
Una proyección de The New York Times dice que, al paso que vamos, todos estaremos vacunados en ocho años y nueve meses. Al cierre de enero, únicamente 0.52 de cada 100 habitantes se habían inoculado: 630 mil 820 con la primera dosis y sólo 31 mil 397 con la segunda.
No hay datos claros sobre cuántas vacunas han llegado o llegarán, cuándo, de qué farmacéuticas y, por lo tanto, cuáles requieren dos o una dosis. Los laboratorios están atrasados con sus compromisos de entrega en todo el planeta.
México recibió el 20 de enero el principio activo de la de AstraZeneca para envasarla, y el canciller Marcelo Ebrard dice que el país dispondrá de las dosis de esa empresa durante febrero y marzo.
Mientras, los contagios y muertes siguen aumentando, y la encuesta más reciente en la Ciudad de México muestra que la mitad de los infectados lo fueron por algún pariente directamente o en alguna reunión familiar.
Poniendo El Dedo en la Llaga, el doctor José Newman, médico eminente con amplia experiencia como funcionario público, advierte el siguiente gran problema. Si únicamente se tratara de vacunar a un grupo específico, se requeriría un tiro de precisión, pero en este caso todos somos vulnerables al virus: “El reto no es la precisión sino la cuantía. ¿Cuál es la lógica elemental que la experiencia nos ha normado? Pones tantos puntos de vacunación como sea posible a lo largo y ancho del territorio nacional. ¿Qué necesitas en cada punto? Necesitas una gente que aplique la vacuna y otra que tome los datos”.
Una brigada más grande no se justifica, a menos que sea por motivos políticos. Así, con cada persona vacunada bien identificada, se sabe claramente cuántas van y cuántas faltan.
El siguiente gran problema es el abasto. La meta de inmunizar a todo el personal de salud al terminar enero ya no se cumplió. Para cuando se logre y pueda iniciar la vacunación masiva, el doctor Newman pregunta: ¿por qué hacerlo por grupos? No hay una razón clínica. ¿Grupos vulnerables o maestros o policías? Las personas más vulnerables, explica, pueden enfermar con más gravedad, pero las más expuestas al contagio son las que tienen mayor movilidad.
Y logísticamente ¿estamos preparados? Ahora que las adquisiciones de medicamentos, material de curación y dispositivos médicos se hacen mediante la Oficina de Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), los proveedores sostuvieron una reunión y les dijeron que se pretenden asignar y firmar contratos hasta abril para iniciar entregas en mayo. Frente a la emergencia, hay demasiados cabos sueltos.
Así ha sido la gestión de la pandemia. De una lista de 98 países, México ocupa el sitio 97, de acuerdo con el Instituto Lowy, en Australia. Hay que cambiar la estrategia.
POR ADRIANA DELGADO
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@ADRIDELGADORUIZ