La naturaleza precisa de un rescate financiero, el ser humano, la pandemia de COVID-19 y el clima han colocado al mundo en un punto crítico desde el cual no se puede volver al modelo de inequidad, injusticia y explotación voraz del planeta. Es el momento de transformar la relación de la humanidad con la naturaleza y la relación entre los seres humanos. Esa es la lección que nos deja el año 2020.
La guerra que la humanidad está librando contra la naturaleza se trata de una actitud “suicida” puesto que la naturaleza está respondiendo a la agresión con fuerza y furia crecientes. Estamos enfrentando una pandemia devastadora, récords de calentamiento global, máximos de degradación ecológica y nuevos reveses en el avance hacia un desarrollo sostenible e inclusivo.
La naturaleza nos alimenta, nos viste, sacia nuestra sed, genera nuestro oxígeno, da forma a nuestra cultura y nuestra fe y forja nuestra propia identidad. Se suponía que 2020 sería un “super año” para la naturaleza, pero la pandemia nos cambió los planes y sobre todo la mala actuación de varios gobiernos.
Además de la destrucción de la biodiversidad y los ecosistemas y la contaminación del mar, la polución del aire y el agua causa la muerte de nueve millones de personas cada año y que la invasión de los hábitats animales propicia la transmisión de virus y enfermedades de animales a humanos. No olvidemos que el 75% de las nuevas infecciones son zoonóticas.
Nuestro mundo está al borde de una catástrofe climática, solo hay que tomar como referencia las altas temperaturas de los océanos y la Tierra, a los incendios devastadores en diferentes partes del mundo, al derretimiento de glaciares y permafrost y a la cantidad de huracanes ocurridos este año. La temporada de huracanes en el norte del Atlántico ha sumado 30 tormentas, más del doble del promedio, y ha roto récord. Centroamérica todavía se está recuperando de dos huracanes consecutivos y tabasco ni se diga.
Hay un calentamiento acelerado ya que actualmente la Tierra registra 1,2 grados de calentamiento con respecto a los niveles preindustriales y que con ese incremento ya se observa una volatilidad y eventos climáticos sin precedentes en todas las regiones y en todos los continentes. Nos dirigimos a un aumento de temperatura de 3 a 5 grados centígrados este siglo, la ciencia indica inequívocamente que para limitar el alza de la temperatura a 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales se necesita reducir la producción de combustibles fósiles en un 6% cada año desde ahora hasta 2030.
Sin embargo, el mundo se mueve en dirección contraria, la política supone un desastre climático que también frena los esfuerzos por eliminar la pobreza y la inseguridad alimentaria y dificulta la búsqueda y construcción de paz puesto que la inestabilidad ambiental genera conflicto y desplazamientos masivos de población. No es una coincidencia que el 70% de los países más vulnerables a los eventos climáticos también se encuentren entre los más frágiles política y económicamente.
Así mismo se requiere un rescate financiero para la Tierra, la actividad humana es la raíz de la espiral hacia el caos, pero también es la acción humana la que puede resolver la situación. Ante la inminencia de la vacuna contra el COVID-19, no existe una vacuna para el planeta.
Sin embargo, existe una esperanza basada en la historia de progresos alcanzados por la humanidad, como la regeneración de la capa de ozono o el cambio de muchas ciudades hacia un modelo verde. También es importante la reducción de desechos derivada de la economía circular y el avance de las leyes ambientales. Pero sobre todo el que las naciones reconozcan legalmente que el medio ambiente sano es un derecho humano.
Finalmente, el cambio de mentalidad en muchas personas, especialmente los jóvenes, debemos convertir esa nueva visión en un movimiento. El COVID y el clima nos han llevado a un umbral. No podemos volver a la vieja normalidad de desigualdad, injusticia y dominio voraz del planeta. Debemos avanzar hacia un camino más seguro, sostenible y equitativo.
Ha llegado el momento de transformar la relación de la humanidad con la naturaleza y entre los seres humanos. Y debemos hacerlo juntos. La solidaridad es humanidad. La solidaridad es supervivencia. Esa es la lección del 2020.