En México, el sector agropecuario juega un papel importante en la economía y crecimiento del país, en la década de los sesenta era capaz de satisfacer todo su consumo de productos agropecuarios, sin embargo, a mediados de los sesenta e inicios de los ochenta, este sector ha sufrido múltiples cambios, debido a que gran parte del país se dedicó a la industria, dejando a un lado este sector, cada vez eran menos las personas que se dedicaban al campo y al paso de los años México se volvió ineficiente, agropecuariamente hablando.
México cuenta con una superficie continental de casi 197 millones de hectáreas, apenas el 16% -31 millones de hectáreas- se destina a producción agrícola, ya sea como cultivos de riego y temporal, así como a la actividad pecuaria, mientras que el 40% -78 millones de hectáreas- son bosques, selvas, desiertos, pastizales o agostaderos, lo que se traduce en la enorme dependencia alimentaria del país con el exterior, principalmente de Estados Unidos.
En este 2020 el campo mexicano se ha enfrentado a diversos retos, desde un entorno global por la pandemia del SARS-Co2, la caída del precio del petróleo y problemas ambientales -sequias e inundaciones-, sólo por mencionar algunos. El mercado agropecuario se ha visto seriamente afectado por la guerra comercial entre las dos principales economías del planeta, Estados Unidos y China, ya que son los dos mayores productores y consumidores de granos a nivel mundial, conflicto que ha provocado que los precios de productos como el maíz, trigo y soya se encuentren volátiles.
Ahora bien, como mencione, los problemas ambientales han sido otro factor que ha contribuido de manera grave, desde severas sequias en el norte del país e inundaciones en el sur, dando como resultado la pérdida total de sembradíos, viéndose afectadas miles de hectáreas y la muerte de similares cantidades de ganado, provocando que los precios del maíz, café, plátano, cacao, frijol, carne de res, entre otros, se disparen.
De la misma forma, los precios de los combustibles y las fuertes pérdidas en el precio del petróleo a lo largo del 2018 y 2019 contribuyeron a esta volatilidad en los productos agropecuarios, hoy en día se ha mostrado un avance en la cotización del petróleo -2 de diciembre de este año-, de 45,18 USD para el WTI y 47,80 USD para el Brent, lo que se traduce en mayores costos de producción para los agricultores de nuestro país.
Como podemos apreciar, la guerra comercial, las condiciones climáticas y el precio del petróleo, afectan directamente la cotización de los productos agropecuarios de nuestro país.
Por otro lado, el aumentar la producción agropecuaria y garantizar la seguridad alimentaria de nuestro país tiene costos y repercusiones para el medio ambiente, la agricultura industrial ha jugado un papel muy importante, ya que se centra en la producción masiva de un solo producto, con un alto nivel de tecnificación, necesitando para ello una alta inversión de capital, energía y otros recursos. Este tipo de agricultura ha provocado un estrés hídrico en gran parte de las cuencas del país, contaminando y agotando los cuerpos de agua, se han deforestado -promoviendo el cambio uso de suelo-, erosionando, degradando y contaminando suelos por el uso de pesticidas, así como el incremento en la emisión de gases de efecto invernadero e inducido a la pérdida de biodiversidad.
Por ello, es esencial transitar hacia una ganadería y agricultura sostenible, instrumentando una política pública con estrategias de intervención que reduzcan los impactos negativos
Los sistemas de producción agropecuarios deben permitir que sus actividades sean sostenibles, por ejemplo: la aplicación de tecnologías amigables con el medio ambiente, la realización de buenas prácticas para mantener y restaurar los sistemas físicos, el establecimiento de infraestructura básica, el uso de agroquímicos y plaguicidas orgánicos, el manejo adecuado de la alimentación, la salud y la reproducción animal, estrategias fundamentales para incrementar la productividad y la rentabilidad de la producción agropecuaria, preservando y protegiendo los ecosistemas naturales así como a su biodiversidad.
Actividades que deben concretarse en una dimensión sustentable, e involucrar de manera continua a todos los actores políticos y sociales, a través de un proceso de construcción colectiva de conocimiento y lograr consensos sobre las mejores estrategias. Este proceso de planeación es esencial para el correcto desarrollo y el acertar en las posibles soluciones dentro del contexto de cada localidad. Para promover una ganadería y agricultura sostenible también resulta indispensable generar conciencia social sobre el valor de consumir alimentos amigables con el ambiente, concebir sociedades de consumo justas, tanto a nivel ambiental como económico.