Donald Trump se va. Se hizo escuchar un hartazgo por la política de odio, racismo, discriminación y misoginia. Su modelo de comunicación se convirtió en una guerra sin cuartel contra los medios que se atrevieron a criticar al mandatario. En uno de los momentos más álgidos, hubo periodistas y medios vetados de la Casa Blanca. Continuas denostaciones y etiquetas de “noticias falsas” contra empresas privadas con grandes inversiones en infraestructura periodística. Las redes y su rapidez sólo sirvieron para incrementar la división.
Una buena dosis del voto latino que le había dado su respaldo quedó decepcionada por la política migratoria que criminalizó a miles, además de llevar a la separación y detención de más de dos mil 800 familias y niños migrantes, por lo menos en 2018. Con Obama tampoco nos había ido bien en ese aspecto, pero lo hacía con menos estridencia. Trump desapareció el programa DACA, que permitía estudiar a 800 mil jóvenes indocumentados que llegaron durante la infancia, conocidos como dreamers. El odio como política. La incertidumbre de la guerra comercial con China, las confrontaciones continuas hasta con países aliados y el desprecio por el medio ambiente.
Saldo triste: una sociedad dividida. La popularidad de Donald Trump no es baja, alcanzó 43% de aprobación a su gestión en el 15° trimestre. El triunfo de su adversario no fue arrasador, Trump obtuvo alrededor de siete millones de votos más que en 2016 y casi 4% menos que los votos a favor de Biden. Antes de la pandemia, la economía estadounidense generaba empleos y los datos macroeconómicos eran estables, salvo por el abultamiento del déficit público.
¿Tiene México una nueva oportunidad? El alma del libre comercio entre México y EU, la industria automotriz, será escenario de cambios que, bien capitalizados, pueden ofrecer ventajas con las políticas adecuadas. El United Auto Workers, sindicato de trabajadores automotrices, encabezado por Dennis Williams y uno de los más poderosos de Estados Unidos, dio su apoyo a Trump a cambio de aumentar su poder con más plazas de trabajo en Michigan e Illinois. Al inicio de su gobierno, el republicano ofreció recortes de impuestos y reducción de regulaciones a cambio de que los fabricantes devolvieran empleos a esos estados y aumentaran sus inversiones. Incluso llegó a amenazar con la imposición de aranceles de 35 por ciento a los automóviles importados de México.
El plan de Joe Biden, más partidario del multilateralismo y el libre comercio, es revitalizar la cadena de suministros e impulsar la fabricación de vehículos eléctricos mediante estímulos fiscales y el apoyo a la investigación en su desarrollo. Esa reconversión de la industria puede darle un nuevo auge del que nuestro país puede beneficiarse mediante la manufactura de autopartes. El punto que México deberá cuidar es el de los salarios, en que los demócratas fueron los más severos durante la aprobación del T-MEC.
En el acuerdo comercial, los países miembros se comprometen a no discriminar en materia laboral, por lo que cualquier esquema de manejo de personal y outsourcing puede ir a dar al panel de controversias.
En materia energética, la política mexicana y la de Donald Trump han coincidido al centrarse en los combustibles fósiles. Por el contrario, Biden ya no quiere contaminación por carbono. Su compromiso es reincorporar a Estados Unidos al Acuerdo de París, el esfuerzo internacional más importante en contra del cambio climático, y retomar la estrategia de lograr cero emisiones de dióxido de carbono en 2050, lo que significa un nuevo impulso para las energías limpias.
En mayo pasado, el gobierno mexicano cerró la puerta de acceso a la red eléctrica para proveedores de energía eólica y solar, lo que puso en jaque a 28 que ya estaban listos para entrar en operación y otros 16 en construcción, con inversiones por seis mil 400 millones de dólares. Eso puede significar una gran presión de la administración Biden para que México recomponga su estrategia o una oleada de demandas internacionales, incluso por violaciones al T-MEC.
¿Convenía más Trump, o Biden es una nueva esperanza? No hay nada escrito. La cooperación entre ambos países depende mucho más de la voluntad de sus gobiernos.
POR ADRIANA DELGADO
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@ADRIDELGADORUIZ