México es la segunda nación en América Latina que presenta un alto nivel de estrés hídrico -esto se refiere a que la demanda de agua sobrepasa la disponibilidad existente-, consumimos entre el 40 y 80% de nuestras reservas de agua anualmente. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más de 44 millones de mexicanos no tienen en sus hogares dotación diaria de agua. Los estados de la república con mayor problemática son: Baja California Sur, Chihuahua, Sonora, Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, Hidalgo, Querétaro, Ciudad de México y Estado de México.
Desgraciadamente no sólo el incremento poblacional ha provocado el uso limitado de éste recurso, los patrones de consumo han generado una mayor demanda de agua, ya que las nuevas tecnologías han permitido desarrollar actividades que antes por las limitaciones naturales, impedían su realización, por ejemplo; ahora se construyen ciudades en lugares con poca disponibilidad de agua, como Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos, o se instalan grandes áreas verdes -jardinadas- en zonas áridas.
Otro aspecto importante a considerar es la falta de saneamiento del recurso hídrico, ya que este disminuye la disponibilidad de agua de buena calidad. Se dice que a nivel nacional apenas el 30% de las aguas residuales son tratadas y la mayoría de ellas, tratadas o no, se descargan en cuerpos de agua que posteriormente son utilizados para el consumo humano o para riego de cultivos agrícolas. En otros casos, la presión hídrica es producto de la contaminación del agua de las fuentes superficiales, lo que obliga a sobreexplotar los depósitos de agua del subsuelo. Paradójicamente, además de poner en riesgo la salud humana y la continuidad de algunas actividades económicas, la contaminación y explotación irracional del agua tiene implicaciones en los ecosistemas, empobreciendo los servicios ambientales que éstos ofrecen.
Por otra parte, la actividad agrícola consume una gran cantidad de agua para sustentar la producción, de manera preocupante existen regiones con baja disponibilidad del recurso y alto crecimiento poblacional, es aquí donde las estrategias de adaptación de la presión hídrica deberían encaminarse a reconvertir los cultivos con especies que requieran menor cantidad de agua, tecnificar los sistemas de riego y a optimizar el tratamiento de aguas residuales urbanas con el fin de reutilizarlas en la agricultura.
De manera alarmante, la sobre explotación y mal manejo del recurso hídrico ha provocado que en algunos lugares del territorio mexicano se descuiden los caudales naturales y en ciertos casos extinguiendo su fuente. Diversos investigadores mencionan que aproximadamente el 30% del caudal de los ríos del país se han alterado debido a la construcción de presas u otra infraestructura hidráulica, asimismo, la Comisión Nacional del Agua detalla que la agricultura ha contribuido a la sobreexplotación del 15% de los acuíferos.
En la actualidad, la tercera parte de las cuencas del país están sometidas a fuerte presión hídrica, en gran medida derivado de la regularización de títulos de concesión que estuvieron desligados de la noción de disponibilidad natural del agua. El 77% del agua concesionada se destina al riego de cultivos y el 80% de las cuencas del país guardan este patrón de uso del recurso. Trágicamente, la eficiencia de este uso es muy baja; el INEGI reporta que el 64% de las unidades de producción tienen canales de riego de tierra y en ellos se pierde entre el 40% y 50% del agua por evaporación.
También la actividad pecuaria tiene implicaciones en el uso del recurso hídrico, en el norte del país con una de las actividades pecuarias más grandes, un bovino adulto puede consumir entre un 8-10% de su peso en agua. Una vaca lechera puede consumir entre 38 y 110 litros de agua por día (l/d), un bovino para carne de 26 a 70 l/d, luego entonces, a pesar de que hay crisis todos los años por sequías importantes, se abona a esta actividad las grandes parcelas agrícolas, con consumos muy altos de agua y con la perforación de más pozos cada día.
Es aquí cuando menciono un dato interesante, por ley, el uso público-urbano del agua tiene prioridad sobre los otros usos, lógicamente el crecimiento poblacional demandará un mayor volumen de agua, generándose sobre todo una competencia con la actividad agrícola -entrando en un tema de seguridad alimentaria y supervivencia-. Una forma de enfrentar esta competencia sería incrementar la reutilización del agua, y destinarla a la actividad agrícola, para lo que se deben aplicar nuevas tecnologías para su tratamiento. La Comisión Nacional del Agua menciona que la calidad de las aguas tratadas es baja, apenas el 20% de éstas cumplen con la NOM-001-SEMARNAT-1996 que establece los límites máximos permisibles de contaminantes en las descargas de aguas residuales en aguas y bienes nacionales.
Como ya mencioné anteriormente, el crecimiento poblacional es una de las causantes que ha provocado el uso limitado de este recurso, a nivel nacional es posible observar que aproximadamente el 33% de las cuencas presentan una fuerte presión hídrica y, en términos de población el 53% de la gente vive en cuencas con problemas hídricos. En general, las mismas cuencas que tienen una disponibilidad natural baja de agua son las que son sometidas a mayor presión hídrica.
Ahora bien, se presenta otro problema en la disminución de la disponibilidad natural de agua, y es el cambio climático, se espera que en los próximos años aumente la temperatura y haya un descenso en la precipitación, lo cual provocaría que todas las regiones estén un poco más secas de lo que están actualmente. En un informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (PICC) indica que México puede experimentar una disminución significativa en el escurrimiento, del orden del 10 al 20% a nivel nacional, me parece conveniente mencionar que un territorio está sometido a fuerte presión hídrica cuando explota más del 40% del agua naturalmente disponible.
De seguir en México con la sobre explotación y contaminación del agua podríamos llegar a un punto de “No Retorno”, y éste será cuando una ciudad se quede sin agua y no pueda satisfacer la necesidades de sus habitantes. Aún estamos a tiempo de frenar el punto de “No Retorno”, se debe actuar de manera inmediata y coordinada para lograr una adecuada gestión del recurso hídrico, para ello, será fundamental la voluntad política, la participación de toda la sociedad y de la industria, ya que la implementación de nuevas tecnologías y prácticas para reducir su impacto ambiental a través de un tratamiento eficaz de aguas residuales, ahorro en el consumo e infraestructura verde, será clave para abordar los problemas de suministro y calidad del agua.
Retomemos la parte de la voluntad política, desde mi punto vista, el diseño de políticas responsables podrían hacer la diferencia, es aquí donde los Programas de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial juegan un papel relevante, ya que durante la planeación del territorio se debe adoptar una visión integral del sistema socioambiental y la toma de decisiones deben sustentarse en indicadores capaces de dar cuenta del nivel y tipo de desarrollo que puede sostener un territorio. Dichos indicadores deben tomar en cuenta la presión hídrica de una cuenca y no sólo basarse en la disponibilidad natural y volumen extraído, sino también indicadores relacionados con la calidad del agua, saneamiento, historia del relieve, calidad del ecosistema natural y crecimiento poblacional, a manera de poder diagnosticar posibles eventos relacionados con la disminución de la disponibilidad de agua y otro tipo de contingencias medio ambientales.
El agua es el recurso renovable más importante, sobre todo si nos referimos a la calidad de vida, si no se toman las medidas adecuadas y oportunas, el aprovechamiento de las cuencas del país pondrá en riesgo la sostenibilidad del funcionamiento de los ecosistemas naturales y en consecuencia, de la viabilidad de las mismas actividades humanas, ordenar la ocupación urbana y agropecuaria, ayudará a reducir el estrés hídrico, mejorando su distribución, disponibilidad y calidad del agua.