Para nadie es desconocida la catástrofe que hoy en día vivimos en materia de salud pública en México, situación que se ha agudizado a partir de la pandemia: sin insumos médicos suficientes para personal médico y hospitalario; sin un eficiente sistema de pruebas para controlar los contagios; sin un registro real de fallecidos por COVID-19 ; sin un Instituto de Salud que dé servicio a todos los que no tienen seguridad social; sin medicamentos para tratar cualquier enfermedad, en especial para los tratamientos oncológicos de mujeres, niñas y niños; sin los controles rigurosos para no suministrar medicamentos contaminados, entre otros casos. Hay muchas vidas que han cobrado la ineptitud y las omisiones de esta administración y que no se pueden ocultar con un dedo.
Por estas y otras razones más, la comparecencia en el Senado de la República del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, como parte de la glosa del Gobierno Federal, no podía ser de otra manera. Compleja dinámica entre las posiciones políticas, en la que las preguntas, las respuestas y la incapacidad del compareciente para responder los más diversos cuestionamientos, desató un ambiente tenso, con manifestaciones ríspidas -creativas formas de protesta- de las y los senadores de oposición, que al convertirse en la voz de muchas y muchos mexicanos que han sido víctimas de las decisiones gubernamentales, solicitaron aclaraciones sobre esta errática política en materia de salud. No se presentaron descalificaciones sin fundamento, se dieron argumentos con la propia información oficial.
El compareciente y los integrantes del grupo parlamentario oficial y aliados hicieron maromas para justificar la actuación del Ejecutivo. Las acusaciones fueron y vinieron, en un peloteo político entre los triunfalistas, que defendieron el trabajo realizado y repartir culpas al pasado, y los realistas, que consideraron que lo reportado ha sido insuficiente o errado para enfrentar la pandemia de forma adecuada.
Sin embargo, los ánimos llegaron a tal extremo que fue necesario suspender la comparecencia, porque según el presidente de la Comisión de Salud, se perdieron las condiciones de civilidad para continuar con este ejercicio democrático… seguro éste fue el pretexto para proteger al ya golpeado y apabullado vocero y defensor de la fallida estrategia sanitaria.
Es preciso mencionar que los medios de comunicación destacaron los ataques de las senadoras opositoras, y ante el riesgo de que se corriera con la misma suerte del subsecretario, Morena y sus aliados optaron por cancelar, de último momento, la comparecencia de la Secretaría de Salud, y no solamente ésta, sino también la del Canciller Marcelo Ebrard, sin contar que la semana pasada ocurrió lo mismo en la Cámara de Diputados, con la comparecencia de la Secretaria de Gobernación.
Tal parece que el ejercicio de rendición de cuentas molesta a los que antes fueron representantes de la oposición -y que hoy integran la mayoría parlamentaria-, esos que durante muchos años se manifestaron con todo tipo de expresiones para agraviar, agredir e incluso violentar a quienes lo realizaban.
Es una abierta contradicción que en un gobierno que se dice “democrático”, dé línea desde el púlpito presidencial y de forma recurrente, se ataque, cuestione, califique, señale (y todos los verbos que se consideren), en beneficio de un proyecto político -sin que los aludidos tengan derecho a réplica-, mientras que en los distintos espacios de representación, en los que la rendición de cuentas debiera ser parte de un diálogo republicano, la mayoría del Partido en el Poder y sus aliados opten, en nombre de la austeridad de reclamos y explicaciones, cuidar a los funcionarios y evadir sus responsabilidades.
Aquella imagen dura, intransigente e inclusive violenta -por carecer de argumentos- es la que se refleja hoy en los grupos parlamentarios de aplastante mayoría, que se niegan a debatir, documentar, sustentar y señalar las sinrazones del actuar gubernamental, pues al no tener argumentos, prefieren cerrar la puerta porque no tienen cómo defenderse. Ante el juicio de la opinión pública, pero sobre todo de las y los ciudadanos, han dejado a un lado la autocrítica y demuestran que tienen la piel muy sensible.
Al tiempo…