Las recientes decisiones asumidas por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) apuntan a que este veterana organización política no logró salir de la atonía política que le causó el rechazo ciudadano en las urnas en la pasada contienda electoral y que terminó por ubicarlo como tercera fuerza política, alejado incluso de la votación de su piso electoral y el cual había constituido una de sus grandes fortalezas.
Efectivamente, la magnitud del desastre electoral que significó para el PRI al igual que para el resto de los partidos políticos nacionales el voto de castigo que la ciudadania les infligió frente al surgimiento del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) como alternativa electoral encabezada por el liderazgo populista de Andrés Manuel López Obrador, propietario de un discurso centrado en la exacerbación de las heridas sociales que la corrupción, la violencia del crimen organizado y la impunidad que las diferentes administraciones prohijaron por complicidad o por falta de visión de estado, significaron una crisis institucional.
En el caso del PRI, este partido se sumió en un ostracismo inexplicable respecto del acontecer de la vida nacional y particularmente ante la nueva administración federal y las acciones del titular del ejecutivo. La propia elección de su dirigencia nacional mostró el desconcierto existente en los principales liderazgos priistas, terminando en medio de acusaciones de manipulación de una elección que se prometio a su militancia que seria transparente y con unidad para enfrentar los retos por venir, se llega incluso a acusar una supuesta injerencia del presidente de la república en favor del actual dirigente nacional.
De este último evento, el Revolucionario Institucional pasó a un mutismo político que sólo interrumpía alguna declaración aislada de liderazgos tradicionales interesados en algún tema en particular en el debate legislativo.
La militancia priista quedó así a la espera de una Asamblea Nacional que constituyera el foro de diagnóstico y propuestas para posicionar al partido en este nuevo escenario electoral y de rechazo ciudadano que enfrenta. De nueva cuenta, la militancia del revolucionario institucional fue soslayada por las cúpulas partidarias.
La reciente decisión del Consejo Político Nacional del PRI de realizar reformas a sus estatutos a fin de concentrar el poder de decisión en asuntos tan relevantes como la selección de candidatos a las diferentes posiciones de representación popular que estarán en juego en la próxima contienda electoral del 2021, en el presidente del Comité Ejecutivo Nacional, propician diversas lecturas.
Pareciera que la dirigencia nacional ha descartado realizar de cara a la sociedad, una reflexión política de la actual relación del partido con una sociedad dinamizada ante los excesos y frivolidades de la administración pasada (que por lo demás frustró la oportunidad otorgada al partido de volver a ser gobierno), de diagnosticar los errores cometidos por acción u omisión ante los reclamos sociales e incluso de replantear ante su militancia nuevas reglas del juego político interno a fin de paliar el éxodo que algunas de sus estructuras territoriales han iniciado hacia otras expresiones políticas o, en el mejor de los casos, atender el desinterés de partes crecientes de su militancia por participar ya en la vida partidaria y comunitaria. El desprestigio de la marca PRI lo está pagando en soledad la militancia del partido.
Esta decisión de la élite dirigente implica también el abandonar la búsqueda de una refundación del partido que restituyera a éste la legitimidad necesaria para volver a convocar electoralmente a una sociedad que hoy le rechaza. Basta ver las encuestas tempranas de preferencia electoral para el 2021 para medir la persistencia del rechazo social al mismo.
La acción de otorgar el control de aspectos vitales en la vida partidaria a una sola voluntad perfila la decisión de acudir al próximo proceso electoral (que puede ser definitorio para la propia existencia del partido), no en búsqueda del voto popular bajo una oferta política renovada, como lo daría el contar con la legitimidad de un proceso abierto de diagnóstico y reflexión política de cara a los posibles votantes, la apuesta es conducir un proceso de concertación electoral que le permita asegurar presencia a las elites del partido en la cámara de diputados para la negociación posible con el presidente de la república, al menos en lo que termina de morir por inanición el Revolucionario Institucional.
Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de Cadena Política.