Estimado lector hoy día se puede ver con preocupación que, en medio de la pandemia COVID-19 , el gobierno federal tome decisiones que puedan significar un retroceso para algunos de los logros en esta lucha energética.
Las acciones directas e incidencia en las políticas públicas son menester para que el país deje de depender de los hidrocarburos para la generación de energía porque son altamente contaminantes y hemos denunciado los daños de la energía nuclear en el mundo.
Si bien es cierto México es un país con gran potencial de generación de energías limpias de fuentes renovables, claves para el futuro, destacando la solar y la eólica. Es necesario aprovecharla cabalmente en aras del interés nacional.
La Tercera Revolución Industrial está basada en una nueva revolución energética que exige la transición hacia fuentes renovables verdes por razones ambientales y de seguridad humana, pero también por razones económicas. El gran avance de los últimos 10 años ha descansado precisamente en la reducción de los costos de generación y conexión y su mayor rentabilidad privada y social.
Nuestro país está dotado a lo largo de su territorio de una gran riqueza natural en términos de potencial de generación de energía solar y eólica. Ésta se concentra en zonas del noroeste y particularmente del sur del país, escasamente desarrolladas a la fecha, como Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
A pesar de que el panorama que plantea el actual gobierno es que no estamos preparados para realizar la transición energética que necesitamos para estar al nivel de los países que, en 2040, producirán electricidad principalmente con materia prima o con recursos naturales provenientes del entorno a un bajo costo y que genere energía por tiempos de largo plazo.
Desde el inicio del sexenio actual, se le ha exigido al gobierno que le apueste a un México verde, con mayor inversión para crear infraestructura para la generación de energía limpia. Sin embargo, el proyecto de nación, y en concreto la construcción de una refinería en el municipio de Dos Bocas, Tabasco, con el objetivo de aumentar la producción de combustibles refinados, apunta en una dirección contraria.
Pareciera que el gobierno federal quiere imponer una política que traerá energía cara y contaminante “con el fin de cumplir el sueño estatista de esta administración”.
Pero el mensaje de hoy y de siempre ha sido claro: la energía fósil no puede ser la alternativa, nuestro país necesita una transformación energética urgente para que contamine menos y se atiende a la población en condición de pobreza energética.
La etapa de recuperación que enfrenta el país tras la pandemia por COVID-19 puede ser una oportunidad para poner a las renovables en un rol significativo y, a largo plazo, en el afianzamiento de la soberanía energética del país, a la vez que se cumple en la mitigación del cambio climático.
Finalmente, un punto importante que no hay que mitigar es que las inversiones existentes y en marcha y las que resultan necesarias para el futuro del país en materia de energías sustentables sean respetadas, estimuladas y negociadas con reglas claras y duraderas en todos los ámbitos para garantizar el interés de los inversionistas y el interés público, por supuesto.
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