Razón en blanco – ¿Recetas viejas para el Gran Confinamiento?

El 14 de abril, por cierto, día en que el que se conmemora a la República Española, el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó su informe sobre las perspectivas económicas mundiales para el año 2020.

El FMI fue creado después de la Segunda Guerra Mundial en el año de 1944 para evitar que las economías nacionales y la economía mundial entraran en depresiones económicas como la Gran Depresión de 1929 (16% de contracción económica). Particularmente su objetivo es que no haya devaluaciones cambiarias extremas que permitan el crecimiento y/o el mantenimiento de las economías.

Y justamente es que los días de confinamiento debido a la COVID19 provocarán de manera inevitable un desequilibrio en la economía internacional. Entraremos en depresión económica, ¿Qué quiere decir esto? Que habrá un decrecimiento económico, bajará el consumo, bajará el intercambio comercial nacional e internacional, bajarán los salarios y lo más preocupante es que el poder adquisitivo de los trabajadores bajará y algunos se quedarán sin su fuente de trabajo, es decir, serán despedidos.

El FMI espera que la economía caiga en un 3% para el año 2020 lo que significa una cantidad de dinero inimaginable, pero aquí lo importante de fondo, no son sólo los números, sino las graves consecuencias de ello.

El decrecimiento será del 3% si la pandemia puede ser más o menos controlada en los próximos meses, de lo contrario, podríamos caer aún más hasta un 6%.

Desde los años 90, los países occidentales y prooccidentales, países desarrollados y economías emergentes hemos seguido, a voluntad o por interés, las recetas de corrección económica del FMI, así como las del Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Los resultados han sido exitosos en el plano macroeconómico, de hecho, ha disminuido la pobreza extrema en todas las regiones del planeta, pero por momentos ha dado ciertas e indebidas ventajas a los países más desarrollados, que son un tema aparte. En el plano micro y sobre todo para un sector de la población de países emergentes han sido un total fracaso: la pobreza (no extrema) se ha mantenido e incluso aumentado en algunos países, y eso, es una realidad.

El FMI sugirió entre otras cosas: 1) aumentar el gasto y el mercado libre del sector salud; 2) que todos los países tengan acceso a los medios de curación (vacuna o tratamientos contra COVID19) cuando los haya; 3) desarrollar políticas nacionales económicas, financieras y fiscales para el rescate de las empresas; 4) cooperación internacional para las finanzas internacionales como otorgar créditos e incluso condonarlo para los más necesitados; 5) generar todas las circunstancias para que se aumente el gasto, es decir alentar el consumo.

Sin ser economista, y partiendo de una visión ciudadana global, si ahora tenemos la oportunidad de revolucionar el status quo económico mundial, momento histórico en el que se habla de la necesidad de mejorar (nos) como humanidad, respetar más a la tierra, aminorar las desigualdades de todo tipo, de solidaridad y fraternidad, ¿no deberíamos pensar en otras recetas o en otro enfoque de las mismas recetas?

Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com

@cgonblanc

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